
Es como un grano de mostaza
D. Byler
Dijo [Jesús] entonces: —¿A qué se parece el reino de Dios, y a qué lo asemejaré? Es como un grano de mostaza, el cual cogiendo un hombre, lo tiró en su huerto, y creció y llegó a ser un árbol grande, y los pájaros del cielo vivieron en sus ramas (Lucas 13.18,19).
Has visto alguna vez una planta de mostaza? Hay una variedad de mostaza en California que puede llegar hasta casi los cinco metros de alto. La variedad que hubiera visto Jesús en Palestina, sin embargo, apenas suele superar los dos metros y medio. De todos modos, ni la variedad palestina ni la californiana son, propiamente dicho, árboles. En realidad son hortalizas, clasificadas por la botánica junto con el repollo, la coliflor, y otras plantas por el estilo. Que Jesús haya calificado esta planta de árbol (Mat. 13, Mar. 4), y hasta de árbol «grande» (Luc. 13) es un poco ridículo: El adjetivo griego mega, con el que Jesús define el tamaño de este «árbol» según Lucas, aparece en español como prefijo en palabras como «megalito», monumento prehistórico de piedras enormes, «megalomanía», la locura de imaginarse una persona de grandeza histórica, y «megatón», la medida, equivalente a un millón de toneladas de TNT, que se usa para indicar la potencia de las bombas atómicas más poderosas.
Si Jesús hubiese dicho que este grano de mostaza en cuestión, al ser plantado, llega a ser un árbol pequeño, sería una exageración, sí, pero como expresión figurativa podría aceptarse. El hecho de que Jesús describe al «árbol» de mostaza como de proporciones mega, nos sugiere que Jesús no sabía mucho acerca de la planta de mostaza. O que…
O que hablaba de este modo para llamar la atención; para que la gente al oír semejante absurdo entendiera lo que trataba de expresar.
No se trata de botánica. Porque Jesús, en fin, no está dictando cátedra de botánica, sino que está contando un cuento. No dice: «Esta es la naturaleza de la mostaza: Su semilla tiene tantos milímetros, su tallo tiene tal dimensión, y sus hojas tienen las siguientes características…» Sino que dice, en efecto: «Había una vez un hombre que por casualidad halló una semillita de mostaza…»
Posiblemente la hallara perdida en el fondo de su bolsillo, entre las pelusas, algunas monedas y otras menudencias. Mete, distraído, su mano en el bolsillo y… Nada. Un grano de mostaza. Y sin pensar lo que hace, lo arroja. Da la casualidad de que se halla en su huerto, y en la tierra del huerto cae. Porque no se trata de sembrarlo. No: si bien hemos dicho que la mostaza se clasifica entre las hortalizas en la botánica moderna, las instrucciones de los rabinos judíos de antaño, que reflejan las costumbres en el tiempo de Jesús, eran que la mostaza debía cultivarse como los cereales, en el campo. La versión de la parábola que aparece en Mateo refleja esta costumbre. En ella dice que el hombre siembra este grano en su campo. Claro: si de sembrarlo se trata, hay que sembrarlo en el campo y no en el huerto. Pero aquí Jesús está contando cómo halla algo un hombre cierto día, y lo tira sin darle importancia, que caiga donde caiga. Y luego se olvida del incidente.
Pero eso que había tirado era una semilla de mostaza muy especial. Y creció. Y creció y creció.
Y un buen día el hombre mira por la ventana y exclama: «¡Oye, María! Ese árbol en el huerto no estaba antes, ¿no?» Y viene su mujer y casi se cae del susto. Se quita las gafas y se las limpia. Vuelve a mirar. No. No era fantasía. Efectivamente, el cielo se ve lleno de verde por la copa de un inmenso árbol que domina el paisaje. Salen los dos, cautelosamente, persignándose ante el prodigio. Levantan la cabeza y parecen reconocer el follaje entre las inmensas ramas: Hojas de mostaza.
¿De mostaza?
¡De mostaza!
En eso se dan cuenta de que hay un continuo revolotear de pájaros. Este inmenso árbol está infestado de nidos. Parece un zoo. Se oye un rugido. Levantan, no, bajan la vista, y ven frenar un autocar. ¡Ya llegan los turistas! Estos descienden, y entre exclamaciones de admiración disparan sus cámaras fotográficas japonesas…
Y Jesús dice: «¡Estoy hablando del reino de Dios!»
El gobierno de Dios. Está hablando de lo increíble, de lo insólito, de lo maravilloso que ocurre cuando los hombres y las mujeres se dejan gobernar por Dios. Pablo escribiría más tarde (2 Cor. 5.17): De modo que si alguien está en Cristo, ¡una nueva creación! Las cosas antiguas desaparecieron. ¡Mira, han sido hechas nuevas! Hay algo dramático, absolutamente inesperado que sucede cuando Dios tiene libertad para gobernar. Es algo que va más allá del potencial de las acciones humanas. Así como en una semilla de mostaza no existe la más remota posibilidad de que se forme un árbol grande, nuestras pequeñas obras de obediencias no tienen, por sí solas, ninguna posibilidad de revolucionar al mundo. La revolución del mundo ha de venir porque esa pequeña obra tuya y mía hacen concreta la soberanía de Dios.
Cuando un marido cristiano demuestra el amor paciente de Cristo en su trato con su esposa, cuando un cristiano mantiene una conducta de pureza en lo sexual, cuando un joven cristiano objeta por conciencia el «servicio» de las armas; ninguna de estas cosas va a trastornar al mundo. Hay muchos maridos que aman a su mujer. Hay muchos castos, por distintas razones. En el mundo hay muchos que intentan evitar la «mili» por diversos motivos. Pero si estas posturas están basadas en Cristo y en nuestra sujeción voluntaria a la soberanía de Dios, se altera dramáticamente el orden fundamental de las cosas. El gobierno de Dios impone su orden y armonía en el hogar. El gobierno de Dios estalla sobre el hedonismo narcisista que caracteriza a nuestra sociedad, y lo vence. El gobierno de Dios desafía y se sobrepone al militarismo nacionalista.
Y estos son anticipos de un nuevo orden cósmico. Su naturaleza es la naturaleza perfecta de las cosas como llegarán a ser en el futuro que Dios tiene preparado para su creación. Y cuando los súbditos de Dios empiezan ya, hoy, a conformarse a la naturaleza de la perfección futura, ¡es imposible pronosticar las consecuencias! ¡Crece, inesperado, un gran árbol de mostaza!: El reino de Dios.
Dionisio Byler, Como un grano de mostaza (Libros CLIE, 1988), capítulo 1, pp. 15-18.
Para otros usos de este término, véase Mostaza (desambiguación)
Cultivo de mostaza.
La mostaza hace referencia generalmente al condimento envasado con apariencia externa pastosa y de sabor agridulce que se elabora de las semillas de varias plantas del género Sinapis, familia de las crucíferas, que también incluye las coles y los nabos.
Asimismo, hace referencia también a la pequeña semilla de mostaza, usada como especia y que se emplea frecuentemente en algunas gastronomías, como por ejemplo: la alemana, la india o la francesa, entre otras.[1]
Etimología
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En el castellano clásico, la mostaza se denominaba jenabe, que a su vez proviene del latín sinapis, y este del griego con el mismo nombre, de aquí proviene la palabra sinapismos que son las cataplasmas de mostaza aplicadas al pecho como remedio natural de catarros y otras afecciones pulmonares.
La denominación, tal y como se conoce hoy en día, aparece por primera vez en Francia posiblemente hacia 1220 de una derivación de la palabra latina mustum y la primera constancia registrada del nombre asociado al condimento es ‘moutarde’ y se sospecha que provenga del latín vulgar mustum ardens (‘mosto ardiente’) por tener los romanos la costumbre de añadir, o diluir, granos de mostaza en el zumo de la uva (mosto). Casi en la misma época aparece registrado en castellano con el nombre de mostaza y en Italia con el de mostarda.
Las semillas de mostaza están relacionadas desde varios enfoques religiosos como las semillas de fe y de abundancia. Esta semilla se nombra como algo muy pequeño que se multiplica y simboliza la abundancia y el fenómeno de la multiplicidad.
Historia
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Mundo clásico
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Las excavaciones arqueológicas en el Valle del Indo (subcontinente indio) han revelado que allí se cultivaba mostaza. Esa civilización existió hasta alrededor de 1850 a. C.[2]
La mostaza se ha utilizado en África y China durante miles de años. Las hojas de mostaza se han consumido popularmente en China. La pasta de mostaza amarilla se originó en China durante la dinastía Zhou (1046-256 a. C.), donde las semillas de mostaza se molían y se convertían en pasta. A menudo se usaba en las cortes reales durante la dinastía Zhou para ayudar a abrir el apetito para los platos posteriores de una comida.[3]
Se cree que fueron los romanos quienes desarrollaron el preparado de mostaza que conocemos hoy. Mezclaban jugo de uva sin fermentar -conocido como «mosto»- con semillas de mostaza -llamadas sinapis- para formar el mustum ardens o «mosto ardiente». La empleaban como condimento gastronómico; Plinio la menciona como aditamento de los vinos especiados, y -como también confitaban en vinagre sus hojas- se utilizaba en la elaboración del moretum (queso especiado). También se empleaba como planta medicinal aplicada como remedio contra los dolores de cabeza o simplemente como digestivo.Los griegos la usaban como condimento y Pitágoras recomendaba su consumo, pues creía que mejoraba la memoria y levantaba el ánimo; se sabe también que el botánico Teofrasto la cultivaba en los jardines.
Edad Media
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Se puede considerar este periodo como el primero en que tuvo auge esta especia. De hecho, se empieza a emplear como condimento de carnes (sobre todo vacunas) y tal vez para ocultar el sabor de la carne en mal estado. Es en el siglo XIII cuando aparece en casi todos los platos de la gastronomía europea, y su cultivo se intensificó; así se puede comprobar en las ciudades de Cremona en Italia y Dijon en Francia; en esta última la producción continúa hoy en día, y se considera una de las primeras del mundo (una gran parte de la producción mundial proviene de esta región de la Borgoña y, la otra, de Canadá).
Época moderna
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Ya en la época moderna nos encontramos numerosas recetas de elaboración diversas por país, en España en el siglo XVII, por ejemplo, el cocinero de los reyes de la Casa de Austria, Francisco Martínez Motiño, menciona una receta española[4] de elaboración de la mostaza. Posteriormente en el siglo XX se hace famosa por una simple semejanza de olor con la iperita que tiene el gas mostaza (no tiene ninguna otra cosa en común).
Hoy en día se emplea como salsa acompañante de salchichas (especialmente los perritos calientes) y es un ingrediente importante de las hamburguesas. También se emplea en algunos sándwiches (principalmente la del tipo americano que viene coloreada con cúrcuma, llamada mostaza preparada). En varios países también acompaña a las comidas rápidas autóctonas tales como la arepa cabimera, tumbarranchos o patacón (en Venezuela) o las sopaipillas (en Chile).
La variedad francesa o tipo Dijon suele emplearse en platos de estilo gourmet.
Propiedades
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La mostaza es una salsa baja en calorías y carece de colesterol al no tener como ingrediente ningún tipo de grasa animal. Su semilla tiene un alto contenido proteico y de minerales. Además posee propiedades antisépticas y digestivas.
Contenido
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La mostaza blanca dulce (Brassica alba) crece de forma silvestre en el norte de África, el Oriente Medio y la Europa mediterránea, extendiéndose ampliamente por su prolongado cultivo. La mostaza morena (Brassica juncea), originaria de las laderas del Himalaya, se cultiva comercialmente en el Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. La mostaza negra (Brassica nigra), se cultiva en Argentina, Brasil, Estados Unidos y algunos países europeos. Canadá cultiva el 90 % de toda la semilla de mostaza para el comercio internacional.
- tipos
Semillas para elaborar mostaza
Polvo de mostaza blanca
Mostaza dulce al estilo de Baviera
Mostaza tipo Dijon
Mostaza al estilo francés, mezclada con mostaza oscura
Usos
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Kotisinappi, una mostaza amarilla
Una botella de, una mostaza amarilla finlandesa
Se sabe que existen unas cuarenta especies distintas de mostaza, de las cuales sólo tienen interés culinario y médico la denominada mostaza blanca (Sinapis alba), la mostaza negra (Sinapis nigra) y la mostaza salvaje (Sinapis arvensis). Se emplea fundamentalmente en gastronomía como condimento de algunos platos y en la elaboración de algunas salsas, como la Cumberland (elaborada con oporto) en la cocina portuguesa y la salsa Robert, inventada por Robert Vinot, en la gastronomía francesa. En algunos países de Europa Oriental se utiliza una mostaza agridulce, hecha a base de dos partes de mostaza por una de mayonesa, sazonada con especias y endulzada con azúcar.
La mostaza es un ingrediente que está presente en numerosos alimentos. Debido a su capacidad de inducir procesos de alergia, de acuerdo con las directivas de la Comunidad Económica Europea, es obligatoria su identificación en los alimentos que la contengan.[5]
Referencias
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Enlaces externos
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