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Las colaciones es un dulce que jamás falta en las posadas y que incluso acompañan al Niño Dios el 24 de diciembre. Aunque no a todos los niños les gusta, no puede faltar una dotación de colaciones en la piñata o en los aguinaldos que se entregan al finalizar la reunión.
No tienen una forma regular. Existen con texturas, colores, redondos, ovalados, de chocolate, rellenos de naranja, de nuez o piñón, rosas, amarillos, rojos, blancos, con anís, etcétera. Las colaciones son diversas, por lo que se requiere probarlos para saber cuáles son las mejores.
El origen de las colaciones se pierde en el tiempo. El escritor Guillermo Prieto, en su libro Memorias de mis tiempos, habla ya de su presencia en 1840:
“La Sra. Urruchua, viuda de Martínez del Campo, honorable y opulento comerciante, brilló en un tiempo en primer término en nuestra sociedad, y para caracterizar el lujo que gastaban, mencionaban unas popularisimas posadas en que se distribuyó la colación en valiosos platitos de plata”.
El origen de las colaciones
La versión más común sobre la creación de este dulce como lo conocemos, es el de “La Giralda”. En 1926 la española Consuelo Anaya de Pérez y su esposo Fernando Pérez García formaron la empresa de dulces llamada “Hispano-Mexicana“. Los dulces se hacían de forma artesanal y existía una gran variedad de ellos.
En los años 40’s, Consuelo y Fernando vieron a su empresa brillar con éxito. Entonces decidieron renovarla y llamarla “La Giralda“. Dicho nombre fue escogido por Consuelo para honrar un paisaje del sur de España.
Un día, Consuelo decidió hacer un dulce de salvado, que resultó ser más duro de lo normal, pero con excelente sabor. Entonces lo llamó colación. Cuando comenzó su distribución, las colaciones se volvieron un éxito y L”a Giralda” su principal productor.
Desde entonces la colación comenzó a ser parte de las fiestas mexicanas y poco a poco se arraigó en la Navidad. Aunque hoy en día se dan otros dulces en los aguinaldos, las colaciones nunca pueden faltar.
Rodrigo Osegueda
Filósofo por formación. Contempla el alma e imaginación de México.
Normalmente los niños tienen problemas con las verduras, es decir a muchos no les gustan, pero si hablamos de frutas a la mayoría de los niños les encantan. Tanto que, existen dulces y bebidas con sabor a frutas. Aprovechemos esto para darles fruta fresca en lugar de papitas, galletas y dulces e inclusive jugos.
¡Para hacerlo más divertido corta o rebana la fruta!
En lugar de comprar papitas y dulces como botanas o colaciones para que sus hijos coman entre comidas o durante reuniones, intente intercambiar estos alimentos por unos nutritivos. Estas son algunas ideas divertidas y ricas que a sus hijos les encantaran!
La colación es un clásico mexicano de la temporada navideña . Cuando alguien rompe la piñata , después de que ya «le dio, le dio, le dio, y el tino no perdió», las colaciones caen entre la fruta, igual que granizos pero con diferentes formas: redondos, ovalados o curvos; colores: rosa, verde, amarillo, azul o blanco; y texturas: de piquitos o lisos. No importa que toquen el suelo sucio, de ahí los recogemos y de inmediato nos los llevamos a la boca.
«El cacahuate se tuesta y luego se deja enfriar. Después se le hace el engomado, es la primera cubierta con azúcar, se deja secar tres, cuatro semanas. La cáscara de naranja también se engoma y se deja secar el mismo tiempo. Hay unas que son macizas, de caramelo», me explica el ingeniero Jorge Pérez-Hagg, gerente de producción de la fábrica de dulces La Giralda . Mientras caminamos por la planta se detiene en una mesa de unos tres metros de largo donde se encuentran unas bolitas blancas: son los cacahuates engomados.
La colación se fabrica con azúcar pulverizada —azúcar glas—, y el centro que les dará la forma: la tira de cáscara de naranja o canelón, el cacahuate, el dulce en forma de botón o la almendra.
A aquellos cobardes que no lanzan el cuerpo al piso para recoger la mayor cantidad de fruta y dulces, se les da su «aguinaldo» al final de la posada: una bolsa de celofán o plástico con tejocotes, una caña, cacahuates aún en su cáscara, galletas de animalito y mucha colación. En cambio, el avaro que guarda sus dulces por más de un día en la bolsa, recibe el castigo de la naturaleza: el calor y la humedad de la fruta hacen que comiencen a derretirse. Por dentro, la bolsa queda manchada con una mezcla de colores y caramelo transparente. Guácala.
Hay que armarse de paciencia para llegar al centro que contiene una tira de naranja, un cacahuate o una almendra. No falta quien las junte para utilizarlas como proyectiles y lanzarlas contra alguien, porque todos nos convertimos en niños cuando rompemos la piñata.
He sufrido mareos en algunas dulcerías porque mi cerebro no soporta el excesivo tufo dulzón, pero aquí no me pasa nada. Me siento a gusto. Me sorprende que el olor a dulce en esta fábrica no empalague.
«Después se les hace un proceso que se llama blanqueado para que esté firme la colación y posteriormente se puede terminar. Se pinta por colores». En ese momento veo que las bolitas de cacahuate son introducidas a grandes ollas giratorias de cobre llamadas bombos. Un hombre agrega, cada cuando, un poco de azúcar. Así es como el dulce se va formando. Es un efecto de bola de nieve. Ahí mismo se hace el acabado: liso o rizado —con piquitos—. Al final se agrega el color. Cuando ya está hecha la colación se revuelven todas las figuras y texturas. El único criterio de separación es el tamaño: las chicas en un lado y las grandes en otro. Después se depositan en costales y se almacenan hasta la temporada de venta, cuando se hacen paquetes a partir de cinco kilos.
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«Mi venta empieza en septiembre y termina a fines de noviembre. El que ofrece en diciembre es mi cliente, que le vende al público. Normalmente desde enero voy almacenando, porque todo el engomado tarda en secar y se consume muy rápido en las siguientes etapas», me aclara el ingeniero mientras me muestra el proceso de armado de paquetes en el almacén.
Después de abrir un costal un trabajador vacía los dulces en una criba inclinada que va filtrando las colaciones. El peso o el golpeteo al maniobrar los costales durante su almacenamiento provoca que algunas piezas se rompan o se casquen. Un par de mujeres separan los dulces sobre la malla de metal por si algún trozo roto se esconde. Después toman una bolsa de plástico y la colocan debajo de una pequeña boca de lámina que está en la parte inferior de la criba. De nuevo con la manos empujan los dulces para rellenar el saco. Así hasta empacar las 700 toneladas que produce esta fábrica al año. O sea, es muy probable que el kilo de colación que compraste para tu posada haya salido de esta fábrica.