
Sinónimo de deseo
18 sinónimos de deseo en 3 sentidos de la palabra deseo:
Pulsión o apetencia de disfrutar o poseer una cosa:
1 apetencia, gana, anhelo, ansia, aspiración, ambición.Ejemplo: Este año pienso cumplir mi deseo de conocer el Mediterráneo..Antónimo: desgana
Anhelo de que ocurra o deje de ocurrir un hecho:
2 aspiración, anhelo, ilusión.Ejemplo: El deseo de todos es que descubran pronto la vacuna contra esa enfermedad.
Apetito sexual:
3 libido, apetito sexual, impulso sexual, sexualidad, excitación, lujuria, libídine, lascivia, concupiscencia.Ejemplo: El deseo puede aumentar o disminuir según las circunstancias que vive la persona.
Contenido revisado en julio de 2020. Lingüista responsable: Eliza Arias
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desenvolvimiento
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desenvuelto
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deseo
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- deseoso
»
- desequilibrado
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Trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH)
¿Qué es el trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH)?
El trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH, por sus siglas en español) es cuando no te interesa el sexo (no tienes deseo sexual o este es bajo) y esto te preocupa. Es uno de los problemas sexuales más comunes en las personas. Puede que te haya ocurrido toda la vida o que haya sucedido con el tiempo. También puede ser que el problema te ocurra todo el tiempo o que se presente solo en algunas ocasiones.
Las personas que tienen TDSH tienen pocos -o no tienen- pensamientos o fantasías sexuales, no responden a las insinuaciones sexuales de su pareja, pierden el deseo sexual mientras tienen sexo o simplemente evitan el sexo.
¿Qué causa el TDSH?
El trastorno del deseo sexual hipoactivo puede estar causado por:
- ansiedad o depresión
- problemas con tu pareja
- problemas con tu imagen corporal
- estrés
- cansancio
- haber experimentado abuso sexual o trauma en el pasado
- niveles bajos de las
hormonas
sexuales
- problemas médicos como cáncer, diabetes, problemas de corazón,
- esclerosis múltiple o problemas de vejiga
- medicamentos como antidepresivos, medicinas para la presión arterial,
- quimioterapia y
terapia hormonal
de feminización
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menopausia
- embarazo, parto o lactancia (amamantar) recientes
¿Existen tratamientos para el TDSH?
Si crees que tienes TDSH, haz una cita con tu enfermerx o doctorx, o con el personal médico de tu centro de salud de Planned Parenthood más cercano, para hablar sobre tus preocupaciones y opciones de tratamiento.
Es posible que tu enfermerx o doctorx te haga preguntas sobre tu salud, sobre lo que te pasa y sobre tu vida sexual. Para que te puedan dar la mejor atención, trata de ser lo más honestx que puedas sobre lo que te sucede.
Lxs doctorxs y enfermerxs son expertos y por lo general ya lo han visto y oído todo. Es posible que te hagan un examen físico o te saquen sangre para verificar si existen problemas médicos.
El tratamiento que recibas dependerá de la causa del problema. Tu enfermerx o doctorx te ayudará a encontrar el mejor tratamiento para ti.
Los tratamientos para aumentar el deseo sexual pueden incluir:
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Ejercicios de Kegel – para fortalecer los músculos alrededor de tus genitales, pueden aumentar el flujo sanguíneo y la sensación en tus genitales.
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Hablar con tu pareja sobre lo que te gusta y lo que no te gusta sexualmente.
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Explorar algún tipo de porno (películas, revistas, páginas web u otros) que te de placer sexual.
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Masturbarte, posiblemente con vibradores u otros juguetes sexuales, si es algo que te hace sentir placer sexual.
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Reducir el estrés para mejorar tu estado de ánimo a través de ejercicios de respiración, meditación y asegurándote de dormir bien.
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Tomar menos alcohol, dejar de fumar y de consumir drogas.
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Hacer ejercicio regularmente para mejorar tu estado de ánimo y aumentar el nivel de energía.
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Hablar con un terapeuta especializado en relaciones y problemas sexuales.
Los medicamentos que pueden ayudar incluyen:
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La Flibanserina (también conocida como Addyi), una pastilla que se toma una vez al día para aumentar el deseo sexual, si estás en la premenopausia (la etapa antes de la menopausia)
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Bremelanotida
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Estrógeno –un anillo, crema u óvulo que te introduces en la vagina (si estás en la menopausia). Esto puede ayudar a que los músculos de tu vagina se fortalezcan y se vuelvan más elásticos, lo que incrementará la circulación de la sangre y la humedad en la zona.
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Terapia con testosterona
Pregunta
Respuesta
La mayoría de las palabras en la biblia que se traducen como «concupiscencia» significan «un deseo apasionado». Un fuerte deseo puede ser bueno o malo, dependiendo del objetivo de ese deseo y el motivo detrás de él. Dios creó el corazón humano con la capacidad para un deseo apasionado con el propósito de que lo anhelemos a él y a su justicia (Salmo 42:1-2; 73:25). Sin embargo, el concepto de «concupiscencia» generalmente ahora es asociado con un apasionado deseo por algo que Dios ha prohibido, y se ve la palabra como sinónimo de deseo sexual o materialista.
Santiago 1:14-15 nos da la progresión natural del deseo o la concupiscencia desenfrenada: «sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte».
Según este pasaje, el deseo o la concupiscencia pecaminosa comienzan con un deseo perverso. No es pecado el ser tentado por el mal. Jesús fue tentado (Mateo 4:1). El pecado comienza cuando el deseo perverso «nos arrastra» de donde nuestros corazones necesitan estar. Cuando un deseo perverso se presenta, tenemos una elección. Podemos rechazarlo como lo hizo Jesús, y centrarnos nuevamente en el camino que Dios ha puesto delante nuestro (Mateo 4:10), o podemos entretenerlo. Como alguien dijo una vez, «no puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero si puedo evitar que hagan nido en ella». Cuando la tentación nos atrae, debemos recordar que no estamos indefensos. Podemos optar por ceder o resistir.
La razón por la que somos «arrastrados» por la tentación es que somos «seducidos». Esa palabra en griego se refiere a cebo, como en un anzuelo. Cuando un pez ve a la lombriz moviéndose, es atraído por ella y se sujeta. Una vez que el anzuelo está listo, se puede «arrastrar». Cuando nos encontramos con la tentación, debemos rechazar inmediatamente como José lo hizo cuando fue tentado por la esposa de Potifar (Génesis 39:11-12). La duda abre la puerta a la tentación. El nombre que Romanos 13:14 le da a esa duda es «proveer para los deseos de la carne». Así como los incautos peces, nos agarramos del pensamiento tentador, creyendo que nos deleitará y saciará. Saboreamos la fantasía, imaginamos escenarios nuevos y pecaminosos, y entretenemos la idea de que Dios no ha provisto todo lo que necesitamos para la felicidad (Génesis 3:2-4). Esto es absurdo. Segunda Timoteo 2:22 dice, «Huye también de las pasiones juveniles. …». «Huir» significa despegar inmediatamente. José no se quedó ahí considerando sus opciones. Él reconoció la tentación sexual y corrió. Cuando dudamos, hacemos provisión para la carne y le damos la oportunidad de elegir el mal. A menudo, nos vemos abrumados por su poder. Sansón era un hombre fuerte físicamente, pero no era compatible con su propia concupiscencia (Jueces 16:1).
El siguiente paso en la progresión hacia abajo de la tentación, según Santiago 1, es que «la concupiscencia concibe». El deseo o concupiscencia comienza como una semilla, un pensamiento repleto de deseo equivocados. Si permitimos que las semillas de la concupiscencia germinen, ellos crecerán en algo más grande, más poderoso, más difícil de desarraigar. La tentación se convierte en pecado cuando se permite que germine. El deseo adopta vida propia y se convierte en concupiscencia. Jesús dejó claro que la concupiscencia es pecado, incluso si físicamente no lo llevamos a cabo (Mateo 5:27-28). Nuestros corazones son el campo de Dios, y cuando permitimos que la maldad crezca allí, profanamos su templo (1 Corintios 3:16; 6:19).
Los malos deseos asedian a cada ser humano. El décimo mandamiento prohíbe la codicia, lo que significa el deseo por algo que no es nuestro (Deuteronomio 5:21; Romanos 13:9). El corazón humano está buscando constantemente complacerse a sí mismo, y la concupiscencia comienza cuando descubre algo o alguien y cree que lo va a satisfacer.
Sólo cuando nuestros corazones están dedicados a la gloria de Dios podemos vencer los deseos intrusos y conquistar la concupiscencia. Cuando nos rendimos al Señor, nos damos cuenta que nuestras necesidades son suplidas en una relación con él. Debemos «llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). Debemos permitir que el Espíritu Santo mantenga nuestros pensamientos donde él quiere que estén. Es de mucha ayuda el orar diariamente las palabras del Salmo 19:14 «Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío». Cuando el deseo de nuestro corazón es agradar a Dios más que a nosotros mismos, podemos mantener a raya a la concupiscencia.
La mayoría de las palabras en la biblia que se traducen como «concupiscencia» significan «un deseo apasionado». Un fuerte deseo puede ser bueno o malo, dependiendo del objetivo de ese deseo y el motivo detrás de él. Dios creó el corazón humano con la capacidad para un deseo apasionado con el propósito de que lo anhelemos a él y a su justicia (Salmo 42:1-2; 73:25). Sin embargo, el concepto de «concupiscencia» generalmente ahora es asociado con un apasionado deseo por algo que Dios ha prohibido, y se ve la palabra como sinónimo de deseo sexual o materialista.Santiago 1:14-15 nos da la progresión natural del deseo o la concupiscencia desenfrenada: «sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte».Según este pasaje, el deseo o la concupiscencia pecaminosa comienzan con un deseo perverso. No es pecado el ser tentado por el mal. Jesús fue tentado (Mateo 4:1). El pecado comienza cuando el deseo perverso «nos arrastra» de donde nuestros corazones necesitan estar. Cuando un deseo perverso se presenta, tenemos una elección. Podemos rechazarlo como lo hizo Jesús, y centrarnos nuevamente en el camino que Dios ha puesto delante nuestro (Mateo 4:10), o podemos entretenerlo. Como alguien dijo una vez, «no puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero si puedo evitar que hagan nido en ella». Cuando la tentación nos atrae, debemos recordar que no estamos indefensos. Podemos optar por ceder o resistir.La razón por la que somos «arrastrados» por la tentación es que somos «seducidos». Esa palabra en griego se refiere a cebo, como en un anzuelo. Cuando un pez ve a la lombriz moviéndose, es atraído por ella y se sujeta. Una vez que el anzuelo está listo, se puede «arrastrar». Cuando nos encontramos con la tentación, debemos rechazar inmediatamente como José lo hizo cuando fue tentado por la esposa de Potifar (Génesis 39:11-12). La duda abre la puerta a la tentación. El nombre que Romanos 13:14 le da a esa duda es «proveer para los deseos de la carne». Así como los incautos peces, nos agarramos del pensamiento tentador, creyendo que nos deleitará y saciará. Saboreamos la fantasía, imaginamos escenarios nuevos y pecaminosos, y entretenemos la idea de que Dios no ha provisto todo lo que necesitamos para la felicidad (Génesis 3:2-4). Esto es absurdo. Segunda Timoteo 2:22 dice, «Huye también de las pasiones juveniles. …». «Huir» significa despegar inmediatamente. José no se quedó ahí considerando sus opciones. Él reconoció la tentación sexual y corrió. Cuando dudamos, hacemos provisión para la carne y le damos la oportunidad de elegir el mal. A menudo, nos vemos abrumados por su poder. Sansón era un hombre fuerte físicamente, pero no era compatible con su propia concupiscencia (Jueces 16:1).El siguiente paso en la progresión hacia abajo de la tentación, según Santiago 1, es que «la concupiscencia concibe». El deseo o concupiscencia comienza como una semilla, un pensamiento repleto de deseo equivocados. Si permitimos que las semillas de la concupiscencia germinen, ellos crecerán en algo más grande, más poderoso, más difícil de desarraigar. La tentación se convierte en pecado cuando se permite que germine. El deseo adopta vida propia y se convierte en concupiscencia. Jesús dejó claro que la concupiscencia es pecado, incluso si físicamente no lo llevamos a cabo (Mateo 5:27-28). Nuestros corazones son el campo de Dios, y cuando permitimos que la maldad crezca allí, profanamos su templo (1 Corintios 3:16; 6:19).Los malos deseos asedian a cada ser humano. El décimo mandamiento prohíbe la codicia, lo que significa el deseo por algo que no es nuestro (Deuteronomio 5:21; Romanos 13:9). El corazón humano está buscando constantemente complacerse a sí mismo, y la concupiscencia comienza cuando descubre algo o alguien y cree que lo va a satisfacer.Sólo cuando nuestros corazones están dedicados a la gloria de Dios podemos vencer los deseos intrusos y conquistar la concupiscencia. Cuando nos rendimos al Señor, nos damos cuenta que nuestras necesidades son suplidas en una relación con él. Debemos «llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). Debemos permitir que el Espíritu Santo mantenga nuestros pensamientos donde él quiere que estén. Es de mucha ayuda el orar diariamente las palabras del Salmo 19:14 «Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío». Cuando el deseo de nuestro corazón es agradar a Dios más que a nosotros mismos, podemos mantener a raya a la concupiscencia.