
El tiempo pone a cada uno en su lugar
4 minutos
Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.
Última actualización: 29 mayo, 2017
Hemos oído cientos de veces eso de que “el tiempo pone a cada uno en su lugar”. Habremos incluso deseado que eso ocurra, que la vida le dé su merecido a aquellas personas que hacen daño o que nos recompense por hacer las cosas bien.
Sin embargo, no podemos decir que esto sea cierto o sea falso, pues los designios del destino escapan a nuestro entendimiento. Lo que ocurre, en verdad, es que este dicho está mal entendido.
Ni somos justicieros ni podemos esperar que nada ocurra por inspiración divina a los demás. Se trata de que la vida nos ofrezca la posibilidad de reflexionar y dar un paso hacia adelante. O sea, la realidad no es que vayamos a pagar la consecuencia de nuestros actos, es que no podemos evitar que lo que hacemos marque nuestra trayectoria vital.
“Me pregunto si he cambiado en la noche. Déjame pensar. ¿Era la misma persona cuando me levante esta mañana? Casi pienso que puedo recordar sentirme un poco diferente. Pero si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién soy en el mundo? ¡Ese es el gran puzzle!”
-Alicia en el País de las Maravillas-
Si existiera el ojo por ojo, el mundo se quedaría ciego
La vida coge perspectiva y actúa, aunque no siempre sea como queremos o esperamos. A estas alturas ya sabemos que el tiempo no tiene prisa, pues es un juez sabio que no sentencia de inmediato.
Cuando algo no nos gusta, nos resulta desagradable o injusto siempre acudimos a la idea del destino como justiciero. Sin embargo, esto solo es una manera más de cerrar los ojos para no contemplar aquello que no podemos controlar.
Esto nos hace sentir que todo está bien y que nuestra felicidad (o el reflejo de ella) no se encuentra en peligro. Digamos que creer en un mundo justo es una manera de autoengaño que nos lleva a deshacernos de aquello a lo que no queremos mirar.
En cualquier caso, hay gente llena de maldad a la que nos gustaría que el tiempo diese su merecido, por lo que fantaseamos con esa idea de que el mundo es justo y que cualquier bien que le alcance será solo un espejismo.
Nos gusta y necesitamos creer en ello para vivir con tranquilidad. Nuestra mente nos hace sentir la necesidad de que lo podemos controlar todo, pero lo cierto es que solo podemos manejar cierta parte de nuestras experiencias.
En cualquier caso, no podemos esperar que lo bueno nos llegue si nos quedamos contemplando la vida sin actuar. Lo realmente eficaz es sudar la camiseta para poder tener opciones de ganar una competición, pero nada nos lo garantiza, ni siquiera la suerte.
¿Qué hice yo para merecer esto?
Vale, muchas veces no es justo lo que nos ocurre, pero es que la idea de equidad solo está en nuestra mente. Sin embargo, esto no es malo en su justa medida porque nos ayuda a protegernos, a no cerrarnos por miedo y a ordenar nuestro mundo.
Es decir, sería muy complicado vivir sin temor pensando que podemos ser los siguientes en sufrir una desgracia y tener que lidiar con ciertas dificultades. De todas maneras, es importante que intentemos enfrentarnos y trabajar contra las injusticias en vez de acercar posturas con la pasividad que nos caracteriza (¡véase nuestro inmovilismo ante el conflicto sirio!).
O sea, que tenemos que evitar caer en la trampa del victimismo y de la queja y sembrar semillas que nos permita equilibrar las fuerzas de la misma manera que un atleta entrena cada día para tener opciones de ganar la competición.
Ser buena persona no garantiza que nos sucedan cosas maravillosas, al igual que tampoco ser malo llenará la vida de alguien de desgracias. Pero todo esto da igual, porque de lo que debemos preocuparnos es de lo que podemos hacer cada día por nuestra vida y la de los demás.
Al final, el tiempo no tiene todo en su mano, sino que somos nosotros los responsables de dejarle actuar, de organizar nuestro destino. Recuerda que las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo, solo que sacan lo mejor de todo lo que encuentran en su camino.
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El tiempo tiene unos dedos artesanos, implacables y poderosos. Ahora bien, lejos de vernos a nosotros mismos como simples marionetas de sus movimientos, hemos de tener algo muy claro: somos agentes muy activos.
Hay quien vive con la idea de que “el pasado, pasado es”; de que no importa lo hecho ayer, puesto que cada día es una nueva oportunidad para cambiar, para crear nuevas realidades dejando atrás lo realizado.
Si bien es cierto que esta idea es muy positiva para nuestro crecimiento personal, hay algo que no debemos olvidar: somos el resultado de todo lo hecho, de todo lo dicho, visto y realizado, tanto a nosotros mismos como a los demás.
El pasado queda diluido en nuestro presente y conforma parte de lo que somos. El tiempo nos modela y nos ubica en nuestro presente y eso es algo de lo que debemos ser conscientes. Te proponemos reflexionar sobre ello.
El tiempo “casi siempre” pone a cada uno donde se merece
Esta frase puede parecer algo contundente: el tiempo sitúa a cada uno en el lugar que merece. Ahora bien, es muy posible que lo veamos injusto.
¿Si yo soy buena persona por qué ahora mismo me siento tan infeliz? Bien, ante esta pregunta, la respuesta es sencilla: tu infelicidad pertenece al momento presente y no tiene nada que ver con el tiempo pasado.
Tienes que actuar, luchar por tu bienestar presente. A continuación, te ponemos uno sencillos ejemplos para comprenderlo un poco mejor.
- Las personas que han tratado con desprecio o egoísmo a quienes les rodean, en la actualidad pueden experimentar rechazo o falta de confianza por parte de sus familiares.
- Aquellas personas que nunca se atrevieron a salir de su zona de confort, en el presente se sienten frustradas, con la sensación de que sus vidas no son como soñaron una vez.
- Quien siembra rencor, cosecha soledad.
Tal y como podemos ver, estos pequeños ejemplos conforman una idea central: con el tiempo obtenemos los frutos que nosotros mismos hemos sembrado.
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Somos todo lo visto, todo lo sentido, pero podemos cambiar
¿Las personas pueden cambiar? La personalidad es una entidad muy compleja. En ella se entremezcla la genética, el ambiente donde hemos crecido y nuestras experiencias.
- Las personas no podemos cambiar de un día para otro. Lo que hacemos es madurar. Asimismo, también tomamos conciencia de aspectos que no nos agradan para mejorar.
- Las personas no cambiamos de personalidad, lo que hacemos es cambiar nuestra actitud. Mejoramos siempre y cuando nos demos cuenta de que lo necesitamos.
Somos todo lo visto y experimentado en el pasado, pero somos también agentes activos de nuestras realidades. Así pues, vale la pena tener en cuenta que si hay voluntad, una persona podrá ejercer el cambio.
Cuando el tiempo no es justo con nosotros
Ser buena persona no nos va a garantizar que nuestra vida sea maravillosa. Aún más, tampoco determina que nos ocurran siempre cosas buenas.
Si bien es cierto que hemos hablado la idea de que “el tiempo pone a cada uno donde se merece”, también hemos de comprender que la vida no siempre entiende de equidad.
- Si yo le muestro respeto y amor continuo a mi pareja ella me querrá siempre (esto no siempre se cumple).
- Como yo siempre he actuado de forma humilde el en mi trabajo me responderán del mismo modo (esta idea tampoco se cumple siempre).
- En vista de que he educado a mi hijo con mucho amor y dándoselo todo, él me responderá siempre de la misma forma (muchos padres saben que esto no siempre sucede).
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Puede parecer injusto pero, en realidad, la balanza de la vida no siempre entiende de equidad. Lo que damos no lo recibimos con creces. Ser buena persona no garantiza la felicidad. El tiempo, en ocasiones, no nos trata como debería. Entonces… ¿Qué podemos hacer en estas situaciones?
Cómo actuar ante las injusticias cotidianas
No actúes con pasividad ante las injusticias. Si en tu presente alguien te trata de forma inadecuada, no lo personalices, no actúes como víctima. Reacciona.
- Si piensas que el tiempo no te está tratando como mereces, crea la realidad que deseas. Las personas no somos marionetas del destino: somos guerreros que, día a día, deben hacer frente a todo tipo de problemas.
- Entiende que ser bueno de corazón te hace, a la vez, más sensible. Te preocupas por los demás, tienes mayor empatía y apertura emocional. Todo ello hará que los demás, en ocasiones, te busquen bajo la máscara del egoísmo.
- Sé valiente, nunca renuncies ser buena persona. Si siempre has sembrado tu presente con buenos actos no dejes que el tiempo te cambie solo por lo que hagan o no hagan los demás.
En definitiva, sigue tus esencias, sé una persona digna capaz de hacerse feliz y de ofrecer felicidad.
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