
Se denomina huraño a la persona que se caracteriza por ser poco sociable y huir de quienes le rodean.
La palabra huraño deriva del latín foraneus, que significa “forastero”. Como sinónimo de huraño se pueden usar las palabras esquivo, retraído o arisco.
La persona huraña es aquella que no le gusta relacionarse con otros, suele ser poco sociable y siempre busca huir de las demostraciones de afecto de los demás. Por ejemplo, “Mi vecino es un huraño, siempre huye cuando quiero saludarlo”.
Los individuos huraños actúan de manera contraria a aquellos que son agradables, simpáticos, afectivos y que se caracterizan por compartir con amistades y familiares.
Por su parte, los huraños buscan escusas para evitar tener contacto con los demás, prefieren estar solos, razón por la cual muchas veces se les considera antipáticos y poco sociables.
Sin embargo, no existe un motivo o causa por la cual las personas toman un comportamiento huraño. Generalmente, se relaciona con el entorno y educación familiar del individuo o como parte de las actitudes que toman los jóvenes durante la etapa de la adolescencia.
Asimismo, las actitudes de un huraño se pueden vincular con experiencias difíciles o desagradables que hayan tenido con otras personas, bien sea en una relación sentimental o laboral, entre otras, razón por la cual prefieren marcar distancia y evitar cualquier tipo de amenaza hacia su persona.
Huraño y bronco
Huraño es la persona que se caracteriza por evitar relacionarse con otros, prefiere disfrutar de su soledad y no participar en eventos sociales. No obstante, el individuo bronco es aquel que tiene un carácter poco agradable y que puede resultar grosero para los demás.
Vea también Odioso.
Definición de
El adjetivo huraño se utiliza para calificar a quien tiende a alejarse de las personas, optando por llevar una vida aislada y en soledad. El individuo huraño no disfruta el contacto con los demás, por eso intenta evitar o minimizar las interacciones sociales.
Por ejemplo: «En el monte vive un anciano huraño que solo visita el pueblo una vez por mes», «Soy un poco huraño, en mi tiempo libre prefiero quedarme en mi casa», «El cantante es algo huraño: no suele conceder entrevistas ni se acerca demasiado al público».
El huraño, en definitiva, no es sociable. Participar de reuniones, asistir a fiestas o salir con amigos no forman parte de sus intereses. Por el contrario, elige permanecer en su hogar, sin alejarse de su entorno e impidiendo que otros sujetos accedan a él.
En general el huraño es antipático y hosco. Puede ignorar al resto de las personas o incluso volverse agresivo, sobre todo si se siente amenazado o en peligro.
Existen diversas razones que pueden convertir a alguien en un huraño. Habitualmente esta característica está vinculada a la crianza o a la infancia, aunque también puede surgir a partir de una gran decepción con algún ser querido (un desengaño amoroso, una traición familiar, etc.). Ante el dolor o el trauma, el sujeto comienza a ensimismarse como un mecanismo de protección.
Es importante mencionar que hay quienes son huraños en situaciones públicas o de mucha exposición, aunque resultan cálidos, amables y simpáticos con su círculo íntimo. Este sería el caso de un famoso actor que no habla con los periodistas ni participa de eventos sociales, pero se mantiene siempre cerca de sus familiares y amigos, por citar una posibilidad.
El caso de la palabra huraño es similar al de muchos otros adjetivos que no describen una o más características innegables sino que surgen de la observación de rasgos subjetivos, que pueden ser interpretados de diferentes maneras, tanto por los observadores como por el sujeto en el cual se interesen. En este marco, también debemos aclarar que no siempre el individuo huraño se identifica a sí mismo de esta forma, ya sea porque le dé vergüenza admitir su poca facilidad o interés en las cuestiones sociales o simplemente porque no se considere huraño a sí mismo.
Para contar con más herramientas en el proceso de definir este término, vamos a remitirnos a algunos de los sinónimos que podemos encontrar en los diccionarios: arisco, antipático, insociable, huidizo, retraído, misántropo, hosco y esquivo. Con respecto a los antónimos, por otro lado, podemos mencionar tratable y sociable.
Resulta curioso notar que entre los sinónimos que más frecuentemente se usan para sustituir el término huraño haya dos tendencias bien definidas: una nos habla de una actitud un tanto violenta, mientras que otra hace referencia simplemente a una incapacidad para tratar con los demás. Si bien entre estos dos extremos hay otros matices, es interesante distinguir la actitud de una persona antipática (que siente y provoca rechazo o aversión en su entorno) de la que tiene alguien huidizo (que no es fácil de alcanzar, que no permanece en espacios públicos ni da lugar a largas conversaciones).
Quizás el aspecto más importante de este concepto sea la percepción que tenemos de las demás personas, en especial de aquellas que no parecen vivir de acuerdo con la norma. Llamar «huraño» a alguien puede ser el producto de una mera intención de describirlo en una sola palabra para agilizar una conversación, pero también de despreciar su actitud por no ser «normal». El uso de éste y otros términos que hacen referencia a estilos de vida peculiares sirven como armas para rechazarlos y reforzar las ideas masivas.
El joven francés contemplaba distraídamente cómo los actores, con sus máscaras de bocas de bronce, se desenvolvían en escena; los esclavos corrían aquí y allá para simular apresuramiento; el anciano movía la cabeza y extendía sus manos temblorosas; la matrona, arrogante, en tono
huraño
y desdeñoso, se daba mucha importancia y regañaba a su marido, con gran regocijo de la sala.
Más que en mí mismo, más que en mi sector bizarro y
huraño
a toda connivencia con el Poder Ejecutivo, yo pienso aún sin quererlo en los compañeros de la mayoría, porque tampoco a ellos nadie les pidió opinión ni asesoramiento sobre el Convenio que, sin embargo, han de votar – ¡duro trance!
Era, para todos nosotros, un señor algo
huraño
, tímido entre gentes, vestido con el descuido propio de los sabios; y a lo mejor no le veíamos en tres años, a no tropezarle casualmente en alguna librería de viejo o en los pasillos de alguna Academia, un día de recepción…
¡Bástele a usted saber que las gentes disipadas y poco asustadizas con quienes se reúne en el Casino y en los cafés, le han puesto por mote el Capitán Veneno, al ver que siempre está hecho un basilisco y dispuesto a romperse la crisma con todo bicho viviente por un quítame allá esas pajas!, Urgeme, sin embargo, advertir a usted, para su tranquilidad personal y la de su familia, que es casto y hombre de honor y vergenza, no sólo incapaz de ofender el pudor de ninguna señora, sino excesivamente
huraño
y esquivo con el bello sexo.
quella flor anónima de pétalos iguales que sola está en el páramo de grises pizarrales, ¿por qué ha nacido allí? Y aquella moza rústica que a ser esclava aspira de aquel pastor selvático que
huraño
y torvo mira, ¿por qué lo adora así?
Vivieron de este modo más de año, enemigas del sexo masculino, mas repararon en que el propio daño les procura el seguir este camino; pues, si era con el hombre siempre
huraño
, sería de su ley breve el destino, pues infecundo era aquel gobierno, cuando era su intención hacerlo eterno.
Pero a veces algún curioso se subía por encima del seto de la huerta y veía con estupefacción a aquel hombre de barba larga, suciamente vestido,
huraño
y llorando fuertemente mientras paseaba solo.
-David -me dijo un día míster Murdstone después de la comida, cuando yo me marchaba como de costumbre-, me apena el observar que seas tan
huraño
.
–
Huraño
como un oso -dijo miss Murdstone. Yo me detuve y bajé la cabeza. -Y has de saber, David, que esa es una de las peores condiciones que puede tener nadie.
No decía nunca nada a nadie. Era tan
huraño
que se hubiera dicho que pagaba por todo el mundo. Las comadres de la villa le habían puesto el apodo de Touéno-Bouéno, Tonino el Bueno, y su madre le decía a menudo: ─ Pareces un animal, ¡qué pena de muchacho!
El de Ignacia estaba en Zamora, con licencia de dos meses, ultimando asuntos de una testamentaría; el de Romana, envuelto también en negocios, y, por contera,
huraño
y escamón, prevenido contra todo y todos y, en especial, contra «los pobretes» y «los pegotes», no permitía ni oír nombrar a las recién adquiridas relaciones de su esposa.
Casamientos, carreras, y, sobre todo, peleas traían sus extensos comentarios de parte de los viejos ante la presencia invariablemente muda del muchacho,
huraño
hasta con los padres.