
Para otros usos de este término, véase Canek
Jacinto Canek, seudónimo de Jacinto Uc de los Santos, llamado también por algunos historiadores José Cecilio de los Santos Uc, nacido en San Francisco de Campeche en 1730 y fallecido en Mérida el 14 de diciembre de 1761, fue un líder indígena, «maya de raza pura»,[1] Protagonizó en Cisteil (se pronuncia «kisteil»), el 19 de noviembre de 1761, una rebelión indígena contra el dominio español y murió ejecutado tras suplicio al que fue sujeto por disposición del brigadier José Crespo y Honorato, gobernador español de Yucatán en turno.
Datos biográficos
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Nació en el barrio de San Román, en la ciudad de San Francisco de Campeche del estado mexicano de Campeche cuando este formaba parte de la Capitanía General de Yucatán.
Jacinto Uc de los Santos, mejor conocido como Jacinto Canek (Kaan éekꞌ, que en lengua maya quiere decir serpiente negra o, serpiente de la estrella) tomó este apodo o coco kaba inspirado en el nombre recurrente de los gobernantes o jalach wíinik de los itzáes, quienes constituyeron el último reducto de la población maya, que terminó aislada y resistió a la conquista española, por casi ciento cincuenta años, hasta finales del siglo XVII, en Tayasal, en las inmediaciones del lago Petén Itzá, de donde habían originalmente salido, quince siglos antes, para poblar la península de Yucatán. El sobrenombre lo adoptó Jacinto Uc la víspera de la rebelión.[2]
Jacinto fue formado por religiosos franciscanos en el convento mayor de la ciudad de Mérida; debido a su temperamento rebelde fue expulsado y se convirtió en tahonero. Inteligente, educado y audaz, asume el liderazgo de un movimiento espontáneo gestado por las condiciones de injusticia social y de sometimiento en que vivían los mayas en la época colonial en Yucatán.[3]
Rebelión de Cisteil
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Artículo principal:
Rebelión de Cisteil
En el mes de noviembre de 1761, el día 19, tras unas festividades populares en el poblado de Cisteil, cerca de Sotuta en Yucatán, Canek desde el atrio de la iglesia incitó a los indígenas a levantarse contra los españoles.
«Hijos míos muy amados: no sé que esperáis para sacudir el pesado yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción a los españoles; yo he caminado por toda la provincia y registrado todos sus pueblos, y considerando con atención qué utilidad o beneficio nos trae la sujeción de España [..] no hallo otra cosa que una penosa [..] servidumbre».
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Jacinto Canek
Después de los acontecimientos en el que murieron numerosos soldados del ejército de la Capitanía General de Yucatán y también vecinos de la localidad de Cisteil, el líder maya cayó preso siendo conducido a Mérida junto con los otros rebeldes. Ahí, él y sus colegas fueron ejecutados en la plaza pública el 14 de diciembre -menos de un mes después de la alzada-, después de juicio sumario, acusados de rebelión y actos sacrílegos, ya que se dijo que Canek había tomado la indumentaria de la virgen de la iglesia de Cisteil para coronarse rey de los mayas, gesto que dijeron se había confirmado por las versiones de los testigos mayas que fueron ajusticiados simultáneamente, previa confesión obtenida bajo suplicio.[5]
Escribe don Justo Sierra O’Reilly en 1849, en su periódico «El Fénix»:
«Se le hace pasar un suplicio de los más horrorosos que se leen en la historia, quemándose su cadáver y arrojando al aire sus cenizas; sus ocho compañeros fueron ahorcados dos días después y otros cien infelices fueron condenados a sufrir la durísima pena de doscientos azotes y la pérdida de la oreja derecha».
Todo esto con el claro propósito de que las penas sirvieran de escarmiento a la población maya de toda la región. Por ese entonces, la población blanca de Yucatán vivía atemorizada por constantes amagos de rebelión por parte de los mayas conquistados en el siglo XVI y sometidos desde entonces por sus dominadores. Posteriormente a la ejecución, el pueblo de Cisteil, íntegro, fue arrasado e incendiado por las tropas virreinales y finalmente cubierto de sal «para perpetua memoria de su traición».[5]
Yucatán.
Estatua de Jacinto Canek en Mérida
Este acontecimiento fue en cierta forma preludio de lo que ocurriría casi un siglo después, en 1847, cuando se inicia la Guerra de Castas en Yucatán y que no sería concluida sino sesenta años más tarde. Los sucesos fueron plasmados literariamente en la obra denominada Canek del escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez.[6]
Véase también
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Referencias
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Bibliografía
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Enlaces externos
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Esta es la historia de Canek, un héroe nativo que retó a la iglesia en un tiempo en que la lectura estaba prohibida para la población, y ser nativo era sinónimo de estar destinado a la clase baja.
Canek fue un hombre excepcional que supo mover a su gente para organizar la independencia mental, espiritual y laboral a la que los opresores los tenían obligados. Fue el gran héroe maya que se negó a arrodillarse ante una cruz y, sobre todo, se negó a creer que el destino de su pueblo era servir a los extranjeros.
1.
Canek nació en la ciudad de Campeche a la sombra de un convento. Sus padres, nativos mayas, estaban designados al servicio de los religiosos franciscanos, quienes muy pronto se dieron cuenta de la excepcional inteligencia y vivacidad del pequeño Jacinto, como fue bautizado, por lo que decidieron hacerse cargo de su educación.
2.
Un fraile de la orden de San Francisco le enseñó teología, latín, gramática, moral e historia, lo cual el pequeño Jacinto Can-Ek aprendió con gran habilidad. Cuando el religioso recibió la orden de continuar su apostolado en Mérida, llevó consigo a Jacinto quien ya comenzaba a apreciar las injusticias sufridas por su pueblo.
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3.
Quizás se pudiera pensar que, cobijado bajo el hábito de la Iglesia y los sacerdotes, Can-Ek terminaría siendo un religioso, o al menos un devoto eternamente fiel y al servicio de Dios, o al servicio de los siervos de Dios, porque los tiempos no hubieran permitido mayor cosa. Recordemos que en aquel entonces sólo estudiaban quienes juraban dedicarse a la Iglesia. Sin embargo, a Canek el conocimiento lo hizo libre. Sus ojos se abrieron y se dio cuenta de la injusticia que estaba sufriendo su pueblo.
4.
Pronto comenzó a manifestar su rebeldía con hechos y palabras. Los sacerdotes de la comunidad le amonestaron y conminaron a la sumisión y al silencio, más Jacinto ya no podía callarse ni someterse, por lo cual los superiores de la orden decidieron que fuera expulsado del convento.
5.
En cuanto se le cerraron las puertas de la orden religiosa, Can-Ek entendió a la perfección cuál era su misión, y por ello se fue a la feria del pueblo, y ahí, en la esquina más concurrida, arengó a su gente para rebelarse contra los españoles y contra la Iglesia, quienes habían venido a quitarles todo y convertirlos en sus siervos, con el pretexto de la salvación de su alma a través del dios que trajeron.
6.
Jacinto era de verbo fácil, de actitud firme y decidida, un hombre que superó todos los estereotipos que tenían de su gente y que supo demostrar que los nativos tienen capacidades propias que como raza los vuelven únicos.
7.
Era un líder de corazón valiente, que hablaba a la perfección la lengua maya, por ser su lengua, pero además eran perfectos su español y su latín. Sabía muy bien la historia de su pueblo, de sus deidades y además la historia del pueblo de Israel y de su dios, además de dominar la gramática y el buen decir de la lengua española. Nadie podía engañarle, su conocimiento era superior incluso al de muchos estudiosos, pues no aprendió para ser sumiso sino para conocer a su enemigo y comprender sus propias raíces como nativo maya.
8.
Entendía que los españoles habían puesto de rodillas a su gente con dos armas poderosas: la cruz y la espada. Y era hora de liberarse de ambas.
9.
La gente comenzó a llamarlo Jacinto Canek, en honor al último cacique de la casa maya de los itzaes Can-Ek (Serpiente Feroz), quien había dirigido la resistencia desde Chetumal.
10.
Por supuesto que las autoridades españolas pronto se percataron que había un nativo agitando las masas y dieron la orden de apresarlo. Pero Jacinto Canek logró escapar internándose en la selva, acompañado de un grupo de rebeldes, quienes le apoyaron para iniciar la ofensiva contra las autoridades españolas que gobernaban Yucatán.
11.
Tras una serie de enfrentamientos entre autoridades y nativos rebeldes, Can-Ek fue capturado y puesto en prisión, pero logró escapar. Y se le capturó varias veces, más era un hombre tan hábil y astuto que siempre encontraba el modo de escabullirse de las prisiones, por lo cual tardaban más en atraparlo que él en evadirse de la cárcel.
12.
Por todas partes se comenzaron a unir los nativos con Can-Ek. Un pueblo consciente no necesita de muchas explicaciones, en cuanto les llegaba el llamado a la rebeldía, mostraban un corazón decidido, porque no había nativo alguno que no estuviera en contra del yugo al que se les sometía.
13.
Aquello se estaba convirtiendo en un auténtico polvorín de proporciones gigantescas, por lo cual el gobernador de Yucatán, brigadier José Crespo y Honorato, ordenó a sus tropas restablecer el orden en la península.
14.
El duro enfrentamiento entre tropas y rebeldes se dio en el pueblo yucateco de Sotuta. La batalla no fue nada fácil para los nativos, porque aquellos soldados estaban muy bien adiestrados y traían excelentes armas y buenas estrategias. El resultado del enfrentamiento fue de 600 rebeldes y 40 soldados muertos. Los rebeldes habían logrado incendiar la villa de Kisteil, una hermosa propiedad española, más por desgracia las tropas lograron capturar a los nativos, siendo así como el 7 de diciembre de 1761, Jacinto Canek fue conducido a Mérida como prisionero.
15.
Canek fue acusado de Alta Traición a la Corona española y sentenciado a ser descuartizado vivo, atenazado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas por el aire…
16.
Esta vez los cerrojos fueron inviolables. No hubo cómplice que pudiera abrir las puertas y darle nuevamente la libertad a Jacinto Canek, por lo cual llegado el momento, la sentencia se cumplió al pie de la letra.
17.
Se le sometió a la tortura ordenada, se destrozó su cuerpo y después fue arrastrado hasta la plaza principal de Mérida, donde se colocó a la vista de todos, como una grave señal de advertencia. Después de tan ignominioso proceso, se prendió una enorme hoguera y fue arrojado al fuego.
18.
Cuando el fuego lo consumió todo, las cenizas fueron recogidas, se les llevó a un valle cercano a los montes y ahí se entregaron a los vientos.
19.
La rebeldía prosiguió por mucho tiempo. El nombre de Jacinto Can-Ek no es quizás muy conocido, pero sus cenizas aún vuelan por los vientos de esta tierra. Gracias a corazones como el de Can-Ek, que aún contra toda amenaza de muerte y tortura, con la firme convicción de que la libertad de los pueblos va de la mano del conocimiento y la determinación hasta entregar la vida misma, hoy aún hay esperanza, y Can-Ek es la promesa de un México libre.