Juan 3

Jesús dice a Nicodemo que los hombres deben nacer de nuevo — De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Unigénito para salvar a los hombres — Juan el Bautista testifica que todo aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna.

1 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba aNicodemo, un principal entre los judíos.

2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que eres maestro que ha venido de Dios, porque nadie puede hacer estos milagros que tú haces si no está aDios con él.

3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no anaciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.

4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no anaciere de agua y del bEspíritu no puede entrar en el reino de Dios.

6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

8 El aviento sopla por donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es bnacido del Espíritu.

9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?

11 aDe cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, btestificamos; pero no recibís nuestro testimonio.

12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales?

13 Y nadie aha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el bHijo del Hombre que está en el cielo.

14 Y como Moisés levantó la aserpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

16 Porque de tal manera aamó bDios al mundo que ha dado a su Hijo cUnigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

17 Porque no aenvió Dios a su Hijo al mundo para bcondenar al mundo, sino para que el mundo sea csalvo por él.

18 El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el anombre del unigénito Hijo de bDios.

19 Y esta es la condenación: que la aluz vino al mundo, pero los hombres amaron más las btinieblas que la luz, porque sus cobras eran malas.

20 Pues todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

21 Pero el que vive conforme a la averdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos y abautizaba.

23 Y Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aaguas; y venían y eran bautizados,

24 porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel.

25 Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.

26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, he aquí bautiza, ay todos van a él.

27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.

28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.

29 El que tiene a la novia es el novio; mas el amigo del novio, que está de pie y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, este, mi gozo, ha sido cumplido.

30 Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.

31 El que viene ade arriba está sobre todos; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales; el que viene del cielo está sobre todos.

32 Y testifica de lo que vio y oyó, pero nadie recibe su testimonio.

33 El que ha recibido su testimonio atestigua que Dios es veraz.

34 Porque ael que Dios envió habla las palabras de Dios, bpues Dios no da el Espíritu por medida.

35 El Padre ama al Hijo y aha puesto todas las cosas en sus manos.

36 aEl que cree en el Hijo tiene bvida eterna; pero el que cno cree en el Hijo no verá la vida, sino que la dira de Dios está sobre él.

Este vino á Jesús de noche, y díjole: Rabbí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él.

Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez.

Respondió Jesús, y díjole: ¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?

De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Pregunta

Respuesta

Como sucede con cualquier verso o pasaje aislado, discernimos lo que éste enseña, filtrándolo primeramente a través de lo que ya conocemos que enseña la Biblia sobre el tema en cuestión. En el caso del bautismo y la salvación, la Biblia es clara en que la salvación es por gracia a través de la fe en Jesucristo, no por obras de ninguna especie, incluyendo el bautismo (Efesios 2:8-9). Así que, cualquier interpretación que llegue a la conclusión de que el bautismo, o cualquier otra acción, son necesarios para la salvación, es una falsa interpretación. Para más información, favor de leer nuestra página web sobre

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Juan 3:3-7, “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Cuando consideramos este pasaje, es importante notar en primer lugar, que en ninguna parte del contexto es siquiera mencionado el bautismo. Mientras que el bautismo sí se menciona más adelante en este capítulo (Juan 3:22-30), esto es en un lugar totalmente diferente (Judea, en vez de Jerusalén) y en una ocasión diferente a la conversación con Nicodemo. Esto no quiere decir que Nicodemo no estuviera familiarizado con el bautismo, ya fuera por la práctica judía de bautizar a los gentiles convertidos al judaísmo, o por el ministerio de Juan el Bautista. Sin embargo, simplemente leyendo estos versos en el contexto, no nos darían ninguna razón para asumir que Jesús estuviera hablando del bautismo, a menos que uno estuviera predispuesto, buscando encontrar dentro del pasaje una idea o teología preconcebida. El entender automáticamente que se habla del bautismo en este verso, simplemente porque se menciona el “agua,” es injustificado.

Aquellos que sostienen que el bautismo es necesario para la salvación, señalan que “nacer del agua” es la evidencia. Como una persona lo expuso, “Jesús lo describe y le dice claramente cómo – naciendo del agua y del Espíritu. ¡Esta es una perfecta descripción del bautismo! Jesús no pudo haber dado una explicación más detallada y exacta del bautismo.” Sin embargo, si Jesús realmente hubiera querido decir que uno debe ser bautizado para ser salvo, Él pudo sencillamente haber dicho, “De cierto, de cierto te digo, que a menos que uno sea bautizado y nacido del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” Además, si Jesús hubiera hecho tal declaración, habría contradicho otros muchos pasajes de la Biblia que dejan en claro que la salvación es por fe (Juan 3:16; 3:36; Efesios 2:8-9; Tito 3:5).

Tampoco deberíamos perder de vista el hecho de que cuando Jesús estaba hablando con Nicodemo, la ordenanza del bautismo cristiano aún no entraba en vigor. Esta inconsistencia en interpretar la Escritura, es vista cuando uno le pregunta a aquellos que creen que el bautismo es necesario para la salvación: ¿por qué el ladrón en la cruz no necesitó ser bautizado para ser salvo? Una respuesta común a esta pregunta es, “El ladrón en la cruz aún estaba bajo el Antiguo Pacto, y por lo tanto no estaba sujeto a este bautismo. Él fue salvo al igual que cualquier otro que estaba bajo el Antiguo Pacto.” Así que, en esencia, la misma gente que dice que el ladrón no necesitaba ser bautizado porque estaba “bajo el Antiguo Pacto” utilizará Juan 3:5 como “prueba” de que el bautismo es necesario para la salvación. Ellos insisten en que Jesús le está diciendo a Nicodemo, que él debe ser bautizado para ser salvo, aunque él también, estaba aún bajo el Antiguo Pacto. Si el ladrón en la cruz fue salvo sin ser bautizado (porque él estaba bajo el Antiguo Pacto), ¿por qué Jesús le diría a Nicodemo (quien también se encontraba bajo el Antiguo Pacto) que él necesitaba ser bautizado?

Si el “nacer del agua y del Espíritu” no se refiere al bautismo, entonces ¿qué significa? Tradicionalmente, ha habido dos interpretaciones de esta frase. La primera es que “nacer del agua” está siendo usado por Jesús para referirse al nacimiento natural (refiriéndose al agua como el líquido amniótico que rodea al bebé en el vientre materno) y que ser nacido del Espíritu, indica el nacimiento espiritual. Mientras que eso ciertamente es una posible interpretación de “nacer del agua” y parecería ajustarse al contexto de la pregunta de Nicodemo acerca de cómo un hombre puede nacer “siendo viejo,” no es la mejor interpretación dado el contexto de este pasaje. Después de todo, Jesús no estaba hablando acerca de la diferencia entre el nacimiento natural y el nacimiento espiritual. Lo que Él estaba haciendo era explicarle a Nicodemo su necesidad de “nacer de lo alto” o “nacer de nuevo.”

La segunda interpretación más común de este pasaje y la que mejor se ajusta a todo el contexto, no solo de este pasaje sino de la Biblia como un todo, es el que ve la frase “nacer del agua y del Espíritu” como la descripción de dos diferentes aspectos del mismo nacimiento espiritual, o lo que significa ser “nacido de nuevo” o “nacer de lo alto.” Así que cuando Jesús le dijo a Nicodemo que él debía “nacer del agua y del Espíritu,” Él no se estaba refiriendo literalmente al agua (p. ej., el bautismo o el líquido amniótico en el vientre materno), sino que se refería a la necesidad de una limpieza o renovación espiritual. A través del Antiguo Testamento (Salmo 51:2,7; Ezequiel 36:25) y el Nuevo Testamento (Juan 13:10; 15:3; 1 Corintios 6:11; Hebreos 10:22), el agua a menudo se utiliza en sentido figurado como limpieza o regeneración espiritual, producida por el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, al momento de la salvación (Efesios 5:26; Tito 3:5).

La Biblia de Estudio Diario Barclay describe este concepto de esta manera: “Aquí hay dos ideas. El agua es el símbolo de la limpieza. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, cuando lo amamos con todo nuestro corazón, los pecados del pasado son perdonados y olvidados. El Espíritu es el símbolo del poder. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, no es solo que el pasado sea perdonado y olvidado; si eso fuera todo, bien podríamos proceder a volver nuevamente al mismo desorden de vida; pero en la vida ingresa un nuevo poder, el cual nos permite ser lo que por nosotros mismos nunca podríamos ser, y hacer lo que por nosotros mismos nunca podríamos hacer. El agua y el Espíritu representan la purificación y el poder fortalecedor de Cristo, que borra el pasado y da victoria en el futuro.”

Por tanto, el “agua” mencionada en este verso, no es literalmente el agua física, sino más bien, “el agua viva” que Jesús prometió a la mujer junto al pozo en Juan 4:10, y al pueblo en Jerusalén en Juan 7:37-39. Es la purificación interna y renovadora, producida por el Espíritu Santo que infunde vida espiritual a un pecador muerto (Ezequiel 36:25-27; Tito 3:5). Jesús refuerza esta verdad en Juan 3:7 cuando Él reafirma que uno debe nacer de nuevo y que esta nueva vida solo puede ser producida por el Espíritu Santo (Juan 3:8).

Hay varias razones por las que esta resulta ser la interpretación correcta de la frase “nacer del agua y del Espíritu.” Antes que nada, debemos notar que la palabra griega traducida como “de nuevo” tiene dos posibles significados. El primero es “nuevamente,” y el segundo es “de arriba.” Nicodemo aparentemente asume el primer significado “nuevamente” y encuentra esta idea incomprensible. Eso es por lo que no podía entender cómo un hombre viejo podría entrar de nuevo en el vientre de su madre y nacer físicamente de nuevo. Por tanto, Jesús reitera lo que le acababa de decir a Nicodemo de una manera diferente, para que le quedara claro que Él se estaba refiriendo a “nacer de arriba.” En otras palabras, tanto “nacer de arriba” como “nacer del agua y del Espíritu” son dos maneras de decir la misma cosa.

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Segundo, es importante notar que la gramática griega en este verso parecería indicar que “ser nacido del agua” y “ser nacido del Espíritu” son considerados como un solo asunto, no dos. Por tanto, no está hablando de dos nacimientos separados, como Nicodemo equivocadamente pensó, sino un solo nacimiento, el de ser “nacido de arriba” o el nacimiento espiritual, que es necesario para todo aquel que “vea el reino de Dios.” Esta necesidad de que uno “nazca de nuevo,” o de experimentar un nacimiento espiritual, es tan importante, que Jesús le repite a Nicodemo su necesidad de hacerlo, en tres diferentes ocasiones en este pasaje de la Escritura (Juan 3:3, 5, 7).

Tercero, el agua es usada a menudo simbólicamente en la Biblia para referirse a la obra del Espíritu Santo de santificar al creyente, por la cual Dios limpia y purifica el alma y el corazón del creyente. En muchos lugares tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, la obra del Espíritu Santo es comparada con el agua (Isaías 44:3; Juan 7:38-39).

Jesús reprende a Nicodemo en Juan 3:10 al preguntarle, “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Esto implica que lo que Jesús le acababa de decir era algo que Nicodemo debía haber sabido y entendido del Antiguo Testamento. ¿Qué es lo que Nicodemo, como un maestro del Antiguo Testamento, debía haber sabido o entendido? Es que Dios había prometido en el Antiguo Testamento, que vendría un tiempo en el que Él haría lo siguiente – “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:25-27). Jesús reprendió a Nicodemo porque fracasó en recordar y entender uno de los pasajes claves del Antiguo Testamento relacionado con el Nuevo Pacto (Jeremías 31:33). Nicodemo debía haber estado esperando esto. ¿Por qué iba Jesús a reprender a Nicodemo por no entender el bautismo, considerando el hecho de que el bautismo no es mencionado en ninguna parte del Antiguo Testamento?

Mientras que este verso no enseña que el bautismo es requerido para la salvación, debemos ser cuidadosos de no menospreciar la importancia del bautismo. El bautismo es la señal o símbolo de lo que tiene lugar cuando uno ha nacido de nuevo. La importancia del bautismo no debe ser menospreciada o minimizada. Sin embargo, el bautismo no nos salva. Lo que nos salva es la obra de purificación del Espíritu Santo cuando somos nacidos de nuevo y regenerados por Él (Tito 3:5).

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¿Enseña Juan 3:5 que el bautismo es necesario para la salvación?

Como sucede con cualquier verso o pasaje aislado, discernimos lo que éste enseña, filtrándolo primeramente a través de lo que ya conocemos que enseña la Biblia sobre el tema en cuestión. En el caso del bautismo y la salvación, la Biblia es clara en que la salvación es por gracia a través de la fe en Jesucristo, no por obras de ninguna especie, incluyendo el bautismo (Efesios 2:8-9). Así que, cualquier interpretación que llegue a la conclusión de que el bautismo, o cualquier otra acción, son necesarios para la salvación, es una falsa interpretación. Para más información, favor de leer nuestra página web sobre ¿Es la salvación por fe solamente, o por fe más obras? Juan 3:3-7,Cuando consideramos este pasaje, es importante notar en primer lugar, que en ninguna parte del contexto es siquiera mencionado el bautismo. Mientras que el bautismo sí se menciona más adelante en este capítulo (Juan 3:22-30), esto es en un lugar totalmente diferente (Judea, en vez de Jerusalén) y en una ocasión diferente a la conversación con Nicodemo. Esto no quiere decir que Nicodemo no estuviera familiarizado con el bautismo, ya fuera por la práctica judía de bautizar a los gentiles convertidos al judaísmo, o por el ministerio de Juan el Bautista. Sin embargo, simplemente leyendo estos versos en el contexto, no nos darían ninguna razón para asumir que Jesús estuviera hablando del bautismo, a menos que uno estuviera predispuesto, buscando encontrar dentro del pasaje una idea o teología preconcebida. El entender automáticamente que se habla del bautismo en este verso, simplemente porque se menciona el “agua,” es injustificado.Aquellos que sostienen que el bautismo es necesario para la salvación, señalan que “nacer del agua” es la evidencia. Como una persona lo expuso, “Jesús lo describe y le dice claramente cómo – naciendo del agua y del Espíritu. ¡Esta es una perfecta descripción del bautismo! Jesús no pudo haber dado una explicación más detallada y exacta del bautismo.” Sin embargo, si Jesús realmente hubiera querido decir que uno debe ser bautizado para ser salvo, Él pudo sencillamente haber dicho, “De cierto, de cierto te digo, que a menos que uno sea bautizado y nacido del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” Además, si Jesús hubiera hecho tal declaración, habría contradicho otros muchos pasajes de la Biblia que dejan en claro que la salvación es por fe (Juan 3:16; 3:36; Efesios 2:8-9; Tito 3:5).Tampoco deberíamos perder de vista el hecho de que cuando Jesús estaba hablando con Nicodemo, la ordenanza del bautismo cristiano aún no entraba en vigor. Esta inconsistencia en interpretar la Escritura, es vista cuando uno le pregunta a aquellos que creen que el bautismo es necesario para la salvación: ¿por qué el ladrón en la cruz no necesitó ser bautizado para ser salvo? Una respuesta común a esta pregunta es, “El ladrón en la cruz aún estaba bajo el Antiguo Pacto, y por lo tanto no estaba sujeto a este bautismo. Él fue salvo al igual que cualquier otro que estaba bajo el Antiguo Pacto.” Así que, en esencia, la misma gente que dice que el ladrón no necesitaba ser bautizado porque estaba “bajo el Antiguo Pacto” utilizará Juan 3:5 como “prueba” de que el bautismo es necesario para la salvación. Ellos insisten en que Jesús le está diciendo a Nicodemo, que él debe ser bautizado para ser salvo, aunque él también, estaba aún bajo el Antiguo Pacto. Si el ladrón en la cruz fue salvo sin ser bautizado (porque él estaba bajo el Antiguo Pacto), ¿por qué Jesús le diría a Nicodemo (quien también se encontraba bajo el Antiguo Pacto) que él necesitaba ser bautizado?Si el “nacer del agua y del Espíritu” no se refiere al bautismo, entonces ¿qué significa? Tradicionalmente, ha habido dos interpretaciones de esta frase. La primera es que “nacer del agua” está siendo usado por Jesús para referirse al nacimiento natural (refiriéndose al agua como el líquido amniótico que rodea al bebé en el vientre materno) y que ser nacido del Espíritu, indica el nacimiento espiritual. Mientras que eso ciertamente es una posible interpretación de “nacer del agua” y parecería ajustarse al contexto de la pregunta de Nicodemo acerca de cómo un hombre puede nacer “siendo viejo,” no es la mejor interpretación dado el contexto de este pasaje. Después de todo, Jesús no estaba hablando acerca de la diferencia entre el nacimiento natural y el nacimiento espiritual. Lo que Él estaba haciendo era explicarle a Nicodemo su necesidad de “nacer de lo alto” o “nacer de nuevo.”La segunda interpretación más común de este pasaje y la que mejor se ajusta a todo el contexto, no solo de este pasaje sino de la Biblia como un todo, es el que ve la frase “nacer del agua y del Espíritu” como la descripción de dos diferentes aspectos del mismo nacimiento espiritual, o lo que significa ser “nacido de nuevo” o “nacer de lo alto.” Así que cuando Jesús le dijo a Nicodemo que él debía “nacer del agua y del Espíritu,” Él no se estaba refiriendo literalmente al agua (p. ej., el bautismo o el líquido amniótico en el vientre materno), sino que se refería a la necesidad de una limpieza o renovación espiritual. A través del Antiguo Testamento (Salmo 51:2,7; Ezequiel 36:25) y el Nuevo Testamento (Juan 13:10; 15:3; 1 Corintios 6:11; Hebreos 10:22), el agua a menudo se utiliza en sentido figurado como limpieza o regeneración espiritual, producida por el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, al momento de la salvación (Efesios 5:26; Tito 3:5).La Biblia de Estudio Diario Barclay describe este concepto de esta manera: “Aquí hay dos ideas. El agua es el símbolo de la limpieza. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, cuando lo amamos con todo nuestro corazón, los pecados del pasado son perdonados y olvidados. El Espíritu es el símbolo del poder. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, no es solo que el pasado sea perdonado y olvidado; si eso fuera todo, bien podríamos proceder a volver nuevamente al mismo desorden de vida; pero en la vida ingresa un nuevo poder, el cual nos permite ser lo que por nosotros mismos nunca podríamos ser, y hacer lo que por nosotros mismos nunca podríamos hacer. El agua y el Espíritu representan la purificación y el poder fortalecedor de Cristo, que borra el pasado y da victoria en el futuro.”Por tanto, el “agua” mencionada en este verso, no es literalmente el agua física, sino más bien, “el agua viva” que Jesús prometió a la mujer junto al pozo en Juan 4:10, y al pueblo en Jerusalén en Juan 7:37-39. Es la purificación interna y renovadora, producida por el Espíritu Santo que infunde vida espiritual a un pecador muerto (Ezequiel 36:25-27; Tito 3:5). Jesús refuerza esta verdad en Juan 3:7 cuando Él reafirma que uno debe nacer de nuevo y que esta nueva vida solo puede ser producida por el Espíritu Santo (Juan 3:8).Hay varias razones por las que esta resulta ser la interpretación correcta de la frase “nacer del agua y del Espíritu.” Antes que nada, debemos notar que la palabra griega traducida como “de nuevo” tiene dos posibles significados. El primero es “nuevamente,” y el segundo es “de arriba.” Nicodemo aparentemente asume el primer significado “nuevamente” y encuentra esta idea incomprensible. Eso es por lo que no podía entender cómo un hombre viejo podría entrar de nuevo en el vientre de su madre y nacer físicamente de nuevo. Por tanto, Jesús reitera lo que le acababa de decir a Nicodemo de una manera diferente, para que le quedara claro que Él se estaba refiriendo a “nacer de arriba.” En otras palabras, tanto “nacer de arriba” como “nacer del agua y del Espíritu” son dos maneras de decir la misma cosa.Segundo, es importante notar que la gramática griega en este verso parecería indicar que “ser nacido del agua” y “ser nacido del Espíritu” son considerados como un solo asunto, no dos. Por tanto, no está hablando de dos nacimientos separados, como Nicodemo equivocadamente pensó, sino un solo nacimiento, el de ser “nacido de arriba” o el nacimiento espiritual, que es necesario para todo aquel que “vea el reino de Dios.” Esta necesidad de que uno “nazca de nuevo,” o de experimentar un nacimiento espiritual, es tan importante, que Jesús le repite a Nicodemo su necesidad de hacerlo, en tres diferentes ocasiones en este pasaje de la Escritura (Juan 3:3, 5, 7).Tercero, el agua es usada a menudo simbólicamente en la Biblia para referirse a la obra del Espíritu Santo de santificar al creyente, por la cual Dios limpia y purifica el alma y el corazón del creyente. En muchos lugares tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, la obra del Espíritu Santo es comparada con el agua (Isaías 44:3; Juan 7:38-39).Jesús reprende a Nicodemo en Juan 3:10 al preguntarle, “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Esto implica que lo que Jesús le acababa de decir era algo que Nicodemo debía haber sabido y entendido del Antiguo Testamento. ¿Qué es lo que Nicodemo, como un maestro del Antiguo Testamento, debía haber sabido o entendido? Es que Dios había prometido en el Antiguo Testamento, que vendría un tiempo en el que Él haría lo siguiente – “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:25-27). Jesús reprendió a Nicodemo porque fracasó en recordar y entender uno de los pasajes claves del Antiguo Testamento relacionado con el Nuevo Pacto (Jeremías 31:33). Nicodemo debía haber estado esperando esto. ¿Por qué iba Jesús a reprender a Nicodemo por no entender el bautismo, considerando el hecho de que el bautismo no es mencionado en ninguna parte del Antiguo Testamento?Mientras que este verso no enseña que el bautismo es requerido para la salvación, debemos ser cuidadosos de no menospreciar la importancia del bautismo. El bautismo es la señal o símbolo de lo que tiene lugar cuando uno ha nacido de nuevo. La importancia del bautismo no debe ser menospreciada o minimizada. Sin embargo, el bautismo no nos salva. Lo que nos salva es la obra de purificación del Espíritu Santo cuando somos nacidos de nuevo y regenerados por Él (Tito 3:5).

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