
La Alhóndiga de Granaditas es un edificio construido en la ciudad de Guanajuato, en el estado de Guanajuato, México, a finales del siglo XVIII, en tiempos del virreinato, empleado en un principio como almacén y comercio de granos (es decir, una alhóndiga).[1][2] Fue uno de los principales y primeros escenarios de la lucha de independencia de México, ya que durante el ataque por el ejército insurgente a la ciudad de Guanajuato, en su interior se refugiaron familias peninsulares y se acuartelaron las tropas realistas, por lo que fue asediado por las tropas rebeldes capitaneadas por Miguel Hidalgo y Costilla e Ignacio Allende,[3] ataque que duró hasta que fue tomado el edificio y masacrados sus ocupantes (en su mayoría civiles), el 28 de septiembre de 1810, gracias a un personaje conocido como Juan José de los Reyes Martínez Amaro, apodado El Pípila, quien permitió el acceso a la alhóndiga incendiando sus puertas, tras pasar por una lluvia de balas cubriéndose la espalda con una losa de piedra.[4] Desde 1958 funciona en el edificio el Museo Regional de Guanajuato Alhóndiga de Granaditas
Historia
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Véase también:
Toma de la Alhóndiga de GranaditasAlhóndiga de Granaditas a inicios del s. XIX
La construcción se inició en 1796, por orden del virrey Miguel de la Grúa Talamanca de Carini y Branciforte, proyectada por el arquitecto José del Mazo y Avilés.[5] Los encargados de los trabajos fueron el maestro Juan de Dios Trinidad Pérez y Francisco Ortiz de Castro. Fue concluida el 7 de noviembre de 1809.[6] Su fin principal era el almacenaje de granos, pero esa función duró poco, ya que a los pocos meses, en septiembre de 1810, la ciudad fue tomada por los insurgentes.
Durante la toma de la ciudad, el 28 de septiembre del mismo año, las tropas realistas comandadas por el intendente del centro minero de la ciudad, el militar Juan Antonio Riaño, se acuartelaron dentro de la alhóndiga para resistir a las fuerzas insurgentes comandadas principalmente por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende y Unzaga, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez. Al movimiento insurgente se habían unido un contingente de trabajadores mineros, por lo que uno de ellos, de nombre Juan José de los Reyes Martínez Amaro, apodado El Pípila, tomó como caparazón una losa de piedra que cargó a su espalda para cubrirse del fuego cruzado, con lo que llegó hasta la puerta de la Alhóndiga y le prendió fuego con una antorcha y unas varas de ocote, con lo que el ejército insurgente pudo entrar al edificio, vencer a los realistas y tomar la ciudad. Todos los realistas, en su mayoría familias peninsulares de los alrededores refugiadas en el edificio, fueron masacrados y la Alhóndiga saqueada, al igual que el resto de la ciudad de Guanajuato entre jueves y viernes (27-28). El 29 de septiembre la ciudad era irreconocible, totalmente vandalizada y destruida. Una crónica de la época culmina el narrar la barbarie:
(…) amaneció el sábado 29 [de septiembre] irreconocible esta ciudad, 34 tiendas ya no existían, ni los mostradores ni armazonesde ellas. Las casas de los europeos quitadas hasta las chapas, vidrieras y balcones. No se encontraba en la calle ninguna persona decente y con mucho trabajo se conocía a tal cual de la plebe, todo inundado de hombres con lanzas, machetes, fusiles, flechas y hondas. Con ser día de fiesta no se dio misa en ninguna parte y todo era confusión y gritos de mueran los gachupines.
Relación de lo acaecido en esta ciudad de Guanajuato desde el día 13 de septiembre hasta el 11 de diciembre de 1810 (documento 157), en
Hernández y Dávalos
, J. E. (1878). Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821 (t. II, VI t.); apud. Gutiérrez Escudero, 2008: 236-37.
Después de muertos los héroes independentistas Miguel Hidalgo, Juan Aldama, Ignacio Allende y José Mariano Jiménez, sus cabezas fueron colgadas dentro de jaulas de cada una de las esquinas de la alhóndiga con la intención de provocar miedo entre la sociedad , enviando el mensaje que tendrían el mismo destino aquellos que osasen apoyar el movimiento independentista. Permanecieron exhibidas desde el 14 de octubre de 1811 hasta marzo de 1821.
Arquitectura
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Patio central de la Alhóndiga
Mide 75 metros de largo por 68 de ancho, con una altura de 23 metros y ocupa un área de 5100 metros cuadrados. Está construida sobre una loma, y dos de sus lados están flanqueados por dos cerros, producto de la geografía accidentada de la ciudad. En el exterior no tiene adornos, con excepción de las ventanas ubicadas a lo alto de cada troje; además tiene una cornisa de estilo dórico, construida con las dos clases de piedra de la región, verdosa y rojiza. Esto le da un curioso aspecto de casa fuerte o castillo, y así lo llegó a nombrar el pueblo de Guanajuato. En el interior hay un pórtico de dos altos que da a un patio central amplio y espacioso; el pórtico inferior tiene columnas y adornos de estilo toscano, mientras que el superior es de estilo dórico, con baluastres de piedra ubicados en los intercolumnios. Tiene dos escaleras que comunican el piso alto con el bajo, y cada piso tiene trojes independientes. La Alhóndiga tiene solo dos puertas de acceso, una pequeña, que da al Oriente, adornada con dos columnas, y otra, más grande, del mismo estilo, al norte, desde donde descienden escalinatas hasta una plazoleta al pie de la loma en la que está construida. La Alhóndiga fue utilizada, primero, para la compra y venta de trigo, maíz y otros granos, y, después de la Independencia, como almacén de trabajo, cuartel militar y prisión. Desde 1949, sirve como sede del Museo Regional de la Alhóndiga de Granaditas.
Ubicación
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La Alhóndiga de Granaditas se encuentra en la calle 28 de Septiembre, esquina con Mendizábal, en el centro histórico de la ciudad de Guanajuato, capital del estado de Guanajuato, en México, frente al Archivo Histórico de la Ciudad; atrás se encuentra la Iglesia de Belem, al lado izquierdo la avenida Juárez y a la derecha la escuela Carlos Montes de Oca. La Alhóndiga está rodeada por las calles San Javier, Insurgencia y Mendizabal, así como de la Galarza.
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Alhóndiga de Granaditas.
Referencias
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Bibliografía
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Gutiérrez Escudero
, A. (2008). El inicio de la Independencia en México. El cura Hidalgo (227-257). Araucaria. Revista iberoamericana de
filosofía, política y humanidades. X(19). Sevilla, España: Universidad de Sevilla. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28201916
La Alhóndiga de Granaditas vista desde el Monumento al Pipila
Wikimedia / AlejandroLinaresGarcia.
Dentro de la historia de México podemos encontrar una gran variedad de eventos que han dejado una huella indeleble para todos los mexicanos, ejemplo de esto es la lucha por la Independencia a principios del siglo XIX y la famosa leyenda de “El Pípila” en la Alhóndiga de Granaditas, acontecimiento del cual se desprende la historia de éste edificio.
Te mostramos un poco acerca de la historia y la importancia de la Alhóndiga de Granaditas:
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¿Quién construyó la Alhóndiga?
El virrey Miguel de la Grúa Talamanca de Carini y Branciforte la mandó construir a finales del siglo XVIII, otorgando el diseño al arquitecto José del Mazo y Avilés, quien a su vez comisionó la construcción a los maestros Juan de Dios Trinidad Pérez y Francisco Ortiz de Castro, que terminaron la obra en 1809. El objetivo principal era almacenar, comprar y vender distintos tipos de grano como trigo y maíz.
Con un estilo neoclásico y sin ornamentación, el edificio abarca un área de 5,100 metros cuadrados en el centro de Guanajuato. Fue construido con piedra local en colores verde y rojizo la Alhóndiga es un inmueble sobrio, monumental y prácticamente cerrado, gracias a las pequeñas ventanas que se encuentran en todas las fachadas. Así mismo, de acuerdo con la topografía de la ciudad, del lado noroeste esta flanqueada por una gran plaza escalonada.
La Toma de la Alhóndiga de Granaditas fue una acción bélica realizada en Guanajuato, virreinato de Nueva España, el 28 de septiembre del 1810, entre los soldados realistas de la provincia y los insurgentes comandados por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. El pavor desatado en los círculos sociales de la capital provinciana hizo que el intendente, Juan Antonio Riaño, pidiera a la población acuartelarse en la Alhóndiga de Granaditas, granero construido en 1800, y en cuya construcción había participado Miguel Hidalgo como asesor de su viejo amigo Riaño. Tras varias horas de combate, Riaño fue asesinado y los españoles que ahí se habían refugiado deseaban rendirse. Los militares al servicio del virrey continuaron la lucha, hasta que los insurgentes lograron entrar para después masacrar no solo a la escasa guardia que lo defendía, sino también a las numerosas familias de civiles refugiadas en él. Muchos historiadores consideran este enfrentamiento más como un motín o masacre de civiles que una batalla, pues no se dieron condiciones de igualdad militar entre ambos bandos.[1]
Antecedentes
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La situación de inestabilidad política derivada de la crisis política de 1808, tanto en el virreinato de Nueva España como en España, y la Conjura de Valladolid en 1809 permitieron que las ideas liberales e independentistas surgieran en la población criolla. Hacia principios de 1810, el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez organizaron en Querétaro una conjura en contra del gobierno virreinal, que había aceptado la autoridad napoleónica en España y sus dominios. Los militares virreinales Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo, opuestos a ideas de independencia, querían un protectorado gobernado por el «legítimo» rey de España, Fernando VII, pero con libertad para sus habitantes. El golpe de Estado se propuso para el 8 de diciembre, pero más tarde se retrasó al 2 de octubre, día de la feria de San Juan de los Lagos en donde se congregaría gran cantidad de comerciantes y artesanos. La Conspiración de Querétaro, como la historiografía denomina a la conjura, necesitaba un líder, que pronto se encontró en la figura del párroco de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla —entonces de 57 años, hacendado, exrector del Colegio de San Nicolás— con amplias influencias en los grupos sociales, principalmente indígenas, y muy respetado en el Bajío. La conspiración se descubrió el 11 de septiembre y Allende estuvo a punto de ser detenido. Hidalgo decidió, en su calidad de líder, adelantar la fecha del levantamiento y lo convocó la mañana del 16 de septiembre en su parroquia de Dolores, hecho conocido como Grito de Dolores.[2]
Tras el grito de Dolores, Hidalgo consiguió un total de 6000 hombres para iniciar su lucha. En pocos días entró sin resistencia a San Miguel el Grande y Celaya, donde logró aún más fondos y soldados para su lucha. Al ocupar Atotonilco, en la pradera del Bajío, Hidalgo tomó un estandarte de la Virgen de Guadalupe, símbolo religioso de los habitantes del virreinato de Nueva España que en el siglo XVI, tras su presunta aparición en el Tepeyac, motivó la conversión al catolicismo de muchos indígenas. Esta imagen serviría de estandarte a Hidalgo en sus batallas, sería capturada en la batalla del Puente de Calderón y llevada a España como trofeo; pero en 1910, en las fiestas del Centenario de la Independencia, le fue devuelta a México. El 24 de septiembre, Allende tomó Salamanca, donde Hidalgo fue proclamado Capitán General de los Ejércitos de América y Allende teniente general. En esta ciudad hubo resistencia y un intento de saqueo, sofocado por Aldama. Al salir de Salamanca, Hidalgo ya contaba con cincuenta mil hombres para la lucha.[3]
La respuesta del bando español no se hizo esperar. El arzobispo de México, Francisco Javier de Lizana, que había perdonado a los conspiradores de Valladolid, fue relevado el 14 de septiembre por Francisco Xavier Venegas, participante en la Batalla de Bailén, quien gozaba de la confianza de los españoles por su dureza. De inmediato ordenó al intendente de Puebla, Manuel Flon, detener los brotes en su provincia. Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán y otro amigo de Hidalgo, le excomulgó a él y a todos los insurgentes por medio de una bula del 27 de septiembre. Hidalgo hizo caso omiso y prosiguió la lucha.[4]
Toma
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Mapa de la Campaña de Hidalgo, que incluyó el enfrentamiento de la Alhóndiga.
Hidalgo envió a José Mariano Jiménez como emisario. Era un minero sin formación militar que pidió a Allende permiso para ingresar a las tropas; Allende se negó pero Hidalgo decidió enviarle en misión especial para intimidar a Riaño y solicitar la rendición de la ciudad de Guanajuato sin violencia. A continuación se muestra el texto de la carta:
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[…] yo no veo a los europeos como enemigos, sino solamente como un obstáculo que embaraza el buen éxito de nuestra empresa. Vuestra Señoría se servirá manifestar estas ideas a los europeos que se han reunido en esa Alhóndiga, para que resuelvan si se declaran por enemigos o convienen en quedar en calidad de prisioneros recibiendo un trato humano y benigno, como lo están experimentando los que traemos en nuestra compañía, hasta que se consiga la insinuada libertad e independencia [¿sic?], en cuyo caso entrarán en la clase de ciudadanos, quedando con derecho a que se les restituyan los bienes de que por ahora, para las exigencias de la nación, nos serviremos. Si, por el contrario, no accedieren a esta solicitud, aplicaré todas las fuerzas y ardides para destruirlos, sin que les quede esperanza de cuartel.
Riaño nació en Liérganes, Santander (España), y era un hombre de mar, pues participó en varios combates navales y llegó al rango de capitán de fragata. En 1786, al dictar Carlos III, las ordenanzas para el correcto funcionamiento del virreinato de Nueva España, Riaño cambió su título por el de teniente general y en 1795 fue nombrado intendente de Guanajuato. Ahí hizo amistad con Hidalgo, párroco de Dolores y con Manuel Abad y Queipo, entonces gobernador de la diócesis de Michoacán. Al recibir la carta de Hidalgo se negó a aceptar la petición afirmando ser un soldado del rey de España y reconociendo como única autoridad al virrey Venegas. Al conocer la respuesta de su antiguo amigo, Hidalgo decidió iniciar el combate.[6]
Allende, Aldama y Jiménez se dividieron en partes iguales para sitiar Guanajuato. Al principio no encontraron resistencia alguna; por el contrario recibieron apoyo en dinero y soldados. Algunos de sus informantes dieron datos sobre el estado militar de la fortaleza y el caudal resguardado allí. El combate dio inicio alrededor de las ocho de la mañana, al oírse los primeros disparos sobre la alhóndiga. Riaño ordenó al teniente Barceló, capitán de la guardia, subir al techo para enfrentar las posibles invasiones. El intendente, mientras tanto, permaneció en la planta baja resistiendo los asedios insurgentes. Barceló, desde las alturas, contraatacaba a base de bombas y disparos de rifle. Riaño veía que era imposible un triunfo de cualquier bando estando los realistas privados de cualquier movilidad, por lo que decidió salir junto a un puñado de hombres. Al darse cuenta uno de los jefes insurrectos de la presencia de Riaño, ordenó un ataque al jefe realista, que al intentar defenderse pereció. Los soldados que salieron con el intendente se retiraron llevando el cuerpo consigo.
Al ver muerto al intendente, uno de los asesores de Riaño sugirió al teniente Barceló la rendición, y que él, en su calidad de segundo en el mando, debería tomar las riendas de la situación. Barceló se negó terminantemente afirmando que era un combate y que la autoridad militar, que él representaba, era superior a la civil en aquel momento de guerra. Sin embargo, el asesor de Riaño consiguió un pañuelo blanco y lo ató a un fusil de un soldado caído en combate. Comenzó a ondear su nueva bandera de paz y al verla los insurgentes se dieron cuenta de que los españoles habían decidido rendirse. Hidalgo ordenó un alto al fuego y envió a Allende a negociar con los vencidos.
Barceló mató al civil que ondeó la bandera y subió a la azotea a continuar el bombardeo. Los insurgentes se dieron cuenta de que habían sido engañados y siguieron la lucha. Del lado insurgente Hidalgo consideraba la posibilidad de tomar el edificio, pero no quería hacerlo y no contaba con recursos. Según la versión oficial, fue entonces cuando Juan José de los Reyes Martínez, minero de La Valenciana famoso por su fuerza y apodado El Pípila, solicitó a Hidalgo permiso para incendiar la puerta de la Alhóndiga, lo que permitiría a los insurrectos penetrar en ella. Tras meditarlo, el cura aceptó y El Pípila se lanzó a la acción.
Tras incendiar el umbral (reforzado con planchas de fierro) de la Alhóndiga, los rebeldes pudieron entrar en ella y se dieron a la masacre y el saqueo. Barceló y el hijo de Riaño, ambos comandantes realistas, fueron asesinados por la muchedumbre. También muchos españoles y criollos de alcurnia fueron despojados de sus pertenencias y sufrieron la muerte a manos de las multitudes. El saqueo de Guanajuato no se limitó únicamente a la Alhóndiga, sino que en los días siguientes se extendió a la ciudad y al área metropolitana. Hidalgo impidió que unos de sus soldados mancillaran el cuerpo de su amigo Riaño, y fue entonces que se dio cuenta del saqueo que vivía la ciudad. El 1 de octubre, las tropas insurgentes abandonaron Guanajuato.
Consecuencias
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Luego de salir de Guanajuato, los insurgentes tomaron camino hacia Valladolid, donde los habitantes, tras conocer la noticia, huyeron a otras partes del país para no repetir la acción de Guanajuato. Valladolid cayó sin resistencia alguna el 17 de octubre, y el 25 de octubre Toluca fue tomada, con miras a tomar la capital. El 30 de octubre los insurgentes triunfaron en la Batalla del Monte de las Cruces. Por ello, los rebeldes estaban ansiosos por entrar a la Ciudad de México, entonces descrita por el viajero alemán Alexander von Humboldt como «La ciudad de los palacios». Pero Hidalgo decidió enviar el 1 de noviembre a Mariano Abasolo y a Allende como emisarios para negociar con Venegas la entrega pacífica de la ciudad a las tropas sublevadas. El virrey, lejos de aceptar un acuerdo, estuvo a punto de fusilar a los negociantes, de no ser por la intervención del Arzobispo de México y otro virrey, Francisco Javier de Lizana. Hidalgo reflexionó y, la noche del 3 de noviembre, ordenó la marcha del Ejército Insurgente no hacia la capital, sino con rumbo al Bajío, donde el 7 de noviembre Calleja les alcanzó en San Jerónimo Aculco, paraje en que fueron derrotados, hecho conocido como la Batalla de Aculco.[7] Después de la derrota, surgió un distanciamiento entre Hidalgo y Allende, por lo que el cura de Dolores decidió retirarse a Valladolid, acentuando así las diferencias y el distanciamiento con Allende.[8]
Conmemoración
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Placa conmemorativa: «Entrada del ejército independiente a Guanajuato y toma de este edificio. 28 de setiembre de 1810».
La Toma de la Alhóndiga de Granaditas se conmemora cada 28 de septiembre con un desfile cívico en el que participan tanto los estudiantes de las escuelas del municipio como los funcionarios del gobierno local y estatal.
Además, el día 28 de cada mes se lleva a cabo en el interior de la Alhóndiga, la ceremonia de renovación del «fuego simbólico» de la libertad, donde participa el Gobernador del Estado y diversas personalidades invitadas.
Véase también
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Notas
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Bibliografía
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Enlaces externos
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