
El lema del Winchester College y del New College de Oxford, recientemente usado de forma muy oportuna en la película Kingsman, reza así: «Manners Maketh Man». Su traducción al español sería algo así como «los modales hacen al hombre» y esto implica una verdad absoluta e ineludible que siempre debe ser cumplida por todo caballero que se considere como tal.
Sabemos que en nuestros tiempos tecnológicos se pierden poco a poco ciertos valores que se consideran anticuados o demasiado tradicionales. Sin embargo, tener un smartphone en la mano y una conexión a internet constante no significa la absoluta alienación del gentleman.
Por ese preciso motivo, hoy nos hemos propuesto revisar algunos de los modales que se incumplen frecuentemente y que marcan la diferencia cuando nos referimos a educación. Esta es nuestra lista de 10 errores y recomendaciones de etiqueta que no deberías incumplir.
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1. Mala educación 2.0
Efectivamente, utilizar tus redes sociales para criticar o menospreciar algo o a alguien no es el comportamiento que se espera de ti. Escaramuzas de tuits, estados de Facebook pasivo-agresivos o prácticas dignas de troll constituyen algo que denota poca clase y que te hará ver mal, por no decir infantil. Si posteas algo, hazlo positivamente y con un rígido código de educación con la audiencia que puede verlo.
2. El apretón de manos
Lo has escuchado cientos de veces: una de las mejores tarjetas de presentación entre hombres es un fuerte apretón de manos. En este parámetro no caben los modernos choques de manos dignos de pandilleros o ofrecer –metafóricamente– un pescado muerto en vez de tu mano. Lo dicho, apretón fuerte y un saludo cordial. Créenos, tu interlocutor te respetará más.
3. Selfies
En Las Metamorfosis de Ovidio, el personaje de Narciso se ahoga en un lago de tanto mirar encandilado su propio reflejo. Ese mismo reflejo puede ser un símil de la pantalla de tu teléfono cada vez que te tomas este tipo de fotos. Así es, procura limitar aquellas fotografías con gafas de sol en el coche o aquellas en fiestas en las que se te ve el brazo y pones caras extrañas. Como alternativa, siempre será mejor que te las tome otra persona.
4. Ebriedad
Una de las formas más fáciles de olvidar todos los modales aprendidos –y hasta tu nombre– es el exceso con las bebidas alcohólicas. Definitivamente, un gentleman es un gentleman manteniendo una conversación inteligente con un trago en la mano. Aún así, si baila descordinadamente y dice incongruencias con su corbata en la cabeza deja de ser alguien respetable. Moderación ante todo, señores.
5. Conversaciones
Cultura en latín significa «el cultivo de la mente». Por lo tanto, todo caballero que se precie debe mostrar la suya cuando abre la boca. Lo que nunca debe hacer es esgrimir sus opiniones como si fueran una espada para arrinconar a su interlocutor dialécticamente. Efectivamente, uno debe tolerar aquellos puntos de vista que difieran del suyo. Además, por razones obvias, nunca debes usar descalificativos ni insultos hacia los que son distintos a ti.
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6. Encabezados en los e-mails
Sabemos que el e-mail es mucho más inmediato que el antiguo correo postal –apodado ahora snail mail– pero eso no exime a uno de cumplir ciertas normas de etiqueta al dirigirse a alguien. Es de capital importancia incluir siempre una fórmula de saludo, una de despedida y un RSVP cuando se escribe. Aquello de soltar el mensaje sin las fórmulas pertinentes es algo que te hará quedar tan mal como entrar a una sala sin saludar y gritar aquello que tienes que decir.
7. La puerta
De acuerdo, puede parecer anticuado y propio de otro siglo. No obstante, dice mucho de un hombre que haga un gesto tan nimio como abrir una puerta a una dama le suma puntos de educación. Tómalo como un consejo.
8. Flores
Si algo será un detalle atemporal, este será regalar flores a una mujer que aprecia o quiere. Nunca debes subestimar el poder de estos vegetales en tus relaciones y, sobre todo, en días no marcados en tu calendario como especiales.
9. Habilidades culinarias y de mixología
Todo hombre debe saber cocinar al menos un plato estrella capaz de asombrar a todo aquel que lo pruebe. Esto incrementará tu atractivo en gran medida y logrará que te veas como el hombre renacentista que eres. Además, te recomendamos tener una bebida alcohólica preferida que consumas como signo de identidad. Esto no implica un cóctel complicadísimo con millones de ingredientes, busca algo sencillo de preparar como un whisky con soda. Consúmela con moderación –ver el punto 4– para relajarte o en eventos sociales.
10. El traje
Mientras lo denominado casual se apodera de la moda, vemos algunas prendas que constituyen todo un atentado contra la clase. Es por eso que te animamos a tener, por lo menos, un traje en tu armario. Esto no implica vestir a diario con extrema pulcritud, pero es absoulatamente innegable que un hombre de traje siempre dará una mejor impresión a los que lo rodean.
Por Tom
Esa frase está atribuida a un tal William Horman, director de Eton, el más famoso de los colegios de Inglaterra.
En Inglaterra somos muy de modales, imagino que os habéis dado cuenta. Los ingleses somos famosos por ser tan finos que borda el extremo y casi da grima.
Las famosas frases de “could I please have a…” (por favor, podría tener un…) en vez de “give me…” (dame); o “I’m afraid I can’t….” (me temo que no puedo…) en vez de “no” (es igual!), son muy conocidas de las clases de inglés. Para ser educado en inglés solamente hay que añadir más palabras; cuantas más, más educado pareces.
Al volver de Inglaterra mis alumnos me han dicho que los ingleses te dicen “lo siento” cuando les pisas en la calle. Otros que “perdóname” es que te va a empujar y “lo siento,” te ha empujado. Hay una frase para todo, para mantener los modales un todas las situaciones imaginables.
Tampoco nos agrada demasiado causar escándalo.
Un periodista y escritor George Miles, escribió: “los ingleses no tienen alma, tienen subestimación”.
Un ejemplo. Un inglés dice: “parece que está lloviendo un poco, quizás salgo más tarde”. En realidad quiere decir: “está lloviendo a cántaros, no salgo a menos que se queme la casa”.
Somos más indirectos. “Muy interesante,” “si tú lo dices” o “con todo respeto” pueden llegar a significar todo el contrario de las palabras.
Intentamos no quejarnos. Si tus vecinos hacen ruido hasta las tantas de la noche, es cosa suya decidir hasta que hora quieren escuchar EDM; o si alguien te pisa en el metro, es asunto suyo donde quiere poner su pie. Y está el famoso ejemplo de Douglas Adams: se sienta en una estación de tren, habiéndose comprado una caja de galletas, junto a otro viajero; deja su maleta y periódico al lado y empieza a comérselas. Al rato el hombre al lado le roba una galleta. Sin poder creérselo Douglas sigue comiendo sin decirle nada al hombre. ¡El hombre le roba otra! No se lo puede creer, pero ahora sería aún más ridículo mencionárselo al hombre. Siguen los dos así hasta que no le quedan galletas. El hombre se va a coger su tren y Douglas, ahora completamente furibundo, coge su periódico y maleta… y se da cuenta que SUS galletas están allí, sin tocar, debajo del periódico.
Así somos. Mis alumnos me dijeron mucho cuando llegué que es muy importante decir «hola», y «hasta luego» a la gente cuando subas o bajes en el ascensor, por ejemplo. En Inglaterra somos completamente capaces de entrar, da media sonrisa a quien sea que esté dentro y mirar al suelo sin decir nada a nadie.
No es por falta de modales, es como con el hombre robándote las galletas: no queremos imponernos, ni causar inconveniencia a nadie.
Es difícil de entender, y más difícil aún de descifrar, cuando tengas que interactuar con los ingleses.
Los españoles, en cambio, son distintos. Todo es más directo, más limpio por así decirlo, sin florituras. No es que no haya modales, hay que recordar que en inglés no tenemos el «usted», y por lo tanto, hay que modificar la manera de formar toda la frase, en vez de cambiar la conjugación de un verbo.
Pero esta diferencia se traduce en una manera distinta de afrontar a la vida cotidiana. No hay aquella huida de la interacción innecesaria, todo lo contrario, hay cierto deleite en un encuentro inesperado.
No hay ningún problema en salir de la tienda sin mirar a ver si vas a aplastar a la gente en la calle; parar y dar la vuelta en todo el medio del flujo de peatones también es rutinario; hasta chocarse ligeramente con el coche (el beso) es una excusa para conocer a un desconocido.
Ninguno me parece particularmente superior al otro, aunque me costó al principio tener que hablar con mi vecina cada vez que salía por la puerta con su perro, ahora estoy muy a gusto cuando pienso que puedo salir de mi casa, o de donde sea, y que el mero hecho de chocar con alguien podría supone conocer a un personaje único.