
Jesús llama a los Setenta, les da autoridad y los instruye — Estos predican y sanan — Aquellos que reciben a los discípulos de Cristo le reciben a Él — El Hijo revela al Padre — Jesús enseña la parábola del buen samaritano.
1 Y después de estas cosas, el Señor adesignó a otros bsetenta, a quienes envió de cdos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él había de ir.
2 Y les dijo: La amies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id, he aquí yo os envío como acorderos en medio de lobos.
4 No llevéis abolsa, ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: aPaz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque ael obrero es digno de su bsalario. No os paséis de casa en casa.
8 Y en cualquier ciudad donde entréis y aos reciban, comed lo que os pongan delante,
9 y sanad a los enfermos que en ella haya y decidles: Se ha acercado a vosotros el areino de Dios.
10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid:
11 Aun el apolvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto, que el reino de los cielos se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será más tolerable para los de Sodoma que para aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en vosotras, ya hace tiempo que, sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
14 Por tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras.
15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
16 aEl que a vosotros boye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a cmí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!
18 Y les dijo: Yo veía a aSatanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad para ahollar serpientes y escorpiones, y vencer toda fuerza del enemigo, y nada os bdañará.
20 No obstante, no os regocijéis de esto, de que los aespíritus se os sujeten, sino bregocijaos de que vuestros nombres están cescritos en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas ade los sabios y bentendidos, y las has revelado a los cpequeños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me han sido aentregadas por mi Padre; y nadie sabe bquién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera crevelar.
23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis,
24 pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
25 Y he aquí, un intérprete de la ley se levantó y dijo, para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la avida eterna?
26 Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Y él, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto y avivirás.
29 Pero él, queriendo ajustificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Y aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y, al verle, pasó de largo.
32 Y asimismo un alevita, llegando cerca de aquel lugar, al verle, pasó de largo.
33 Mas un asamaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.
35 Y otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?
37 Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.
38 Y aconteció que, prosiguiendo ellos su camino, Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada aMarta le recibió en su casa.
39 Y esta tenía una hermana que se llamaba aMaría, la que, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
10
Misión de los setenta y dos
1
Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de él a todas las ciudades y lugares adonde él tenía que ir.
2
Les dijo: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies.
3
Y ustedes, pónganse en camino. Pero tengan en cuenta que yo los envío como a corderos en medio de lobos.
4
No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie.
5
En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa.”
6
Si allí hay gente de paz, la paz de ustedes reposará sobre esa gente; de lo contrario, la paz volverá a ustedes.
7
Quédense en esa misma casa, y coman y beban lo que les den, porque el obrero es digno de su salario. No vayan de casa en casa.
8
En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan.
9
Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.”
10
Pero si llegan a alguna ciudad y no los reciben, salgan a la calle y digan:
11
“Hasta el polvo de su ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero sepan que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.”
12
Yo les digo que, en aquel día, el castigo para Sodoma será más tolerable que para aquella ciudad.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
(
Mt 11.20-24
)
13
»¡Ay de ti, Corazín! ¡Y ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, ya hace tiempo que, sentadas en cilicio y cubiertas de ceniza, habrían mostrado su arrepentimiento.
14
Por tanto, en el día del juicio, el castigo para Tiro y para Sidón será más tolerable que para ustedes.
15
Y tú, Cafarnaún, que te elevas hasta los cielos, ¡hasta el Hades caerás abatida!
16
»El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. El que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.»
Regreso de los setenta y dos
17
Cuando los setenta y dos volvieron, estaban muy contentos y decían: «Señor, en tu nombre, ¡hasta los demonios se nos sujetan!»
18
Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19
Miren que yo les he dado a ustedes poder para aplastar serpientes y escorpiones, y para vencer a todo el poder del enemigo, sin que nada los dañe.
20
Pero no se alegren de que los espíritus se les sujetan, sino de que los nombres de ustedes ya están escritos en los cielos.»
Jesús se regocija
(
Mt 11.25-27
;
13.16-17
)
21
En ese momento Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las escondiste de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. ¡Sí, Padre, porque así te agradó!
22
Mi Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.»
23
Jesús se volvió a los discípulos, y aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.
24
Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.»
El buen samaritano
25
En ese momento, un intérprete de la ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?»
26
Jesús le dijo: «¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?»
27
El intérprete de la ley respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.»
28
Jesús le dijo: «Has contestado correctamente. Haz esto, y vivirás.»
29
Pero aquel, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
30
Jesús le respondió: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, que le robaron todo lo que tenía y lo hirieron, dejándolo casi muerto.
31
Por el camino descendía un sacerdote, y aunque lo vio, siguió de largo.
32
Cerca de aquel lugar pasó también un levita, y aunque lo vio, siguió de largo.
33
Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él
34
y le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó a una posada, y cuidó de él.
35
Al otro día, antes de partir, sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada, y le dijo: “Cuídalo. Cuando yo regrese, te pagaré todo lo que hayas gastado de más.”
36
De estos tres, ¿cuál crees que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?»
37
Aquel respondió: «El que tuvo compasión de él.» Entonces Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo.»
Jesús visita a Marta y a María
38
Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa.
39
Marta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía.
40
Pero Marta, que estaba ocupada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!»
41
Jesús le respondió: «Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas.
42
Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.»