
¿Es adecuado este restaurante para
grupos grandes
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Una persona celíaca podría comer bien en el restaurante?
Sí
No
No estoy seguro
¿Está bien este restaurante para hacer el
brunch
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Está bien este restaurante para desayunar?
Sí
No
No estoy seguro
¿Está bien este restaurante para cenar?
Sí
No
No estoy seguro
¿Una persona vegetariana podría comer bien en el restaurante?
Sí
No
No estoy seguro
¿Dispone este restaurante de
terraza exterior
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Es este restaurante de cocina
mediterránea
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Es este restaurante
accesible para personas en silla de ruedas
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Está bien este restaurante para comer?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante es una buena opción para
grandes grupos
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante ofrece buenas opciones para las personas que no comen gluten?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante es una buena opción para el
brunch
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante es una buena opción para desayunar?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante es una buena opción para cenar?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante ofrece buenas opciones para vegetarianos?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante ofrece
mesas al aire libre
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Es este un restaurante
mediterráneo
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante cuenta con
acceso para personas en sillas de ruedas
?
Sí
No
No estoy seguro
¿Este restaurante es una buena opción para almorzar?
Sí
No
No estoy seguro
Comparte otra experiencia antes de irte.
De los años de Francisco de Quevedo como estudiante de la Universidad de Alcalá hay muchas anécdotas que han llegado hasta nuestros días, bien contadas por él mismo o bien a través del boca a boca de siglos. La que voy a contar a continuación entra dentro del segundo grupo, por lo que hay que entenderla como lo que es: una anécdota casi legendaria. Acontece en el Colegio Mayor de San Ildefonso, en los tiempos en los que Francisco de Quevedo era colegial del Real Colegio de San Felipe y Santiago o «del Rey», que aún conservamos hoy en día en la calle Libreros. Por lo tanto, situamos esta anécdota entre 1596 y 1601.
Aconteció que un día Quevedo se quedó encerrado dentro del Colegio Mayor de San Ildefonso hablando con algunos colegiales mayores tras dar el toque de oraciones y, por lo tanto, cerrarse las puertas del edificio. Como mandaba la costumbre, ante la prohibición de abrir las puertas hasta la mañana siguiente, descolgaron a Quevedo en un cesto a través de uno de los balcones. A mitad de bajada, queriendo gastar una broma al colegial del Rey, ataron la cuerda y le dejaron colgado sin poder llegar al suelo. En estas Quevedo comenzó a balancearse entre gritos y se armó tal alboroto que llamaron la atención de la ronda. El alguacil echó el entonces común «¿Quién vive?» a lo que Quevedo, en vez de quedarse callado, contestó:
Soy Francisco de Quevedo, que ni subo, ni bajo, ni estoy quedo
Share this:
Me gusta esto:
Me gusta
Cargando…