
Definición de
El vocablo latino praesumptuosus llegó a nuestra lengua como presuntuoso, un adjetivo que se vincula con la noción de presunción. Una presunción, por otra parte, puede ser la conjetura que se realiza a partir de una señal o la glorificación que una persona hace de sí misma.
Un individuo presuntuoso, por lo tanto, es aquel que realiza una valoración desmedida de sus cualidades o propiedades, mostrándose altanero y altivo. Por ejemplo: “El tono presuntuoso con el que se dirigió a los presentes fue mal recibido”, “No deseo ser presuntuoso, pero creo que hicimos un excelente trabajo”, “Mi sobrino es muy presuntuoso: siempre se pasea con su coche de lujo y la música a todo volumen, haciéndose notar”.
La noción de presuntuoso puede relacionarse con algo que se pretende mostrar más importante de lo que es. Si un individuo adquiere una casa estándar pero asegura que se ha comprado una mansión, alguien podría notar que resulta presuntuoso calificar de ese modo a una vivienda con las características en cuestión.
En un sentido similar, si un joven que juega al fútbol con sus amigos en un parque se autodefine como futbolista, podría ser acusado de presuntuoso por equipararse con quienes practican este deporte de manera profesional.
Lo opuesto a alguien presuntuoso es la persona que resulta humilde o discreta. Esto quiere decir que un individuo que es millonario pero que no hace alarde de su dinero ni se muestra rodeado de lujo, no puede ser definido como presuntuoso, sino que incluso podría calificarse como discreto ya que no ostenta lo que tiene.
Las relaciones interpersonales son uno de los aspectos más necesarios de nuestra vida, pero también uno de los más difíciles de llevar a cabo y mantener. Incluso para aquellos que desarrollan un carácter amigable y despreocupado, que enamoran a todos con su carisma, hacer amistades o tratar con nuestros conocidos puede representar un auténtico desafío. A veces, sin realmente quererlo, podemos ser catalogados de presuntuosos frente a otras personas simplemente por no saber expresarnos de la manera adecuada, o bien a causa de que nuestro mensaje no haya sido comprendido correctamente.
Una de las razones por las cuales nos cuesta tanto armar relaciones es la dificultad que muchos presentan para recibir y aceptar las diferencias con apertura. En la actualidad, existen muchos movimientos que apoyan la diversidad para luchar contra todo tipo de discriminación pero nunca parece ser suficiente; a pesar de entender que en las diferencias reside la riqueza, las barreras que nos imponen desde nuestra infancia suelen entorpecernos el acercamiento a otras culturas o, una distancia mucho menor, a otras costumbres e ideas.
Ser presuntuoso puede confundirse con mostrar orgullosamente los propios méritos simplemente para compartirlos con nuestro entorno; por ejemplo, si superamos con éxito un examen muy difícil o conseguimos un puesto laboral que perseguíamos desde hacía mucho tiempo, el modo en el cual contemos esto a nuestros amigos y conocidos puede ser malinterpretado como un acto de soberbia u ostentación, aunque nuestra intención sea absolutamente opuesta.
El término presuntuoso también suele usarse a la hora de expresar disconformidad con respecto a un servicio, como puede ser la atención en un restaurante o un hotel, por ejemplo. Cuando una empresa intenta dar una imagen de seriedad y apunta a un público exclusivo, resaltando la calidad de sus instalaciones o de los productos y servicios que ofrecen a sus clientes, se exponen a un grado de escrutinio especialmente alto; si sus promesas no se cumplen sino que, por el contrario, los consumidores se sienten defraudados, es probable que los acusen de presuntuosos, de haber exagerado a la hora de describir sus prestaciones.
Se la atribuye su contemporáneo Fernán Pérez de Guzmán, quien lo ataca como un charlatán en una exposición sobre la metodología adecuada para la escritura de la historia que hace en el «Prólogo» a sus Generaciones y semblanzas, llamándolo «liviano e
presuntuoso
hombre», y diciendo que su obra más apropiadamente podría llamarse «trufa o mentira paladina».
Porque el autor pretendía indicar un método nuevo, se le reconvenía de sostener, que antes que él nadie había podido estar seguro de la verdad de la religión; se aplicaba a probar que su método no era general y que los ignorantes no podían servirse de él; se encontraba que era
presuntuoso
partir del pensamiento para demostrar la verdad, como si el hombre, cualquiera que sea, no debiera referirse en último análisis, a su pensamiento, como al medio necesario y único para conocer lo que se ofrece a su inteligencia; se quena creer que el primer principio de Hermes atacaba la autoridad de la Iglesia como si el hombre pudiese de otra manera que por su pensamiento conocer esta autoridad y su valor.
Article présenté à la conférencede troixième cycle Transmission, Translation and the Unity of European Culture in the Middle Ages, 4/02/1995, University de Bristol, seul auteur. Talk «Il buono, il
presuntuoso
e l’Imperatore.
Tom se encuentra con un viejo profesor suyo, Arthur Manchester, quien se hace llamar «líder de la mayoría» ya que el término «Presidente» le resulta muy
presuntuoso
.
Wesker se ha considerado
presuntuoso
desde joven; precavido, manipulador e ingenioso para evadir y solucionar sus problemas con las diversas empresas que le han dado ciertos conflictos de muerte (Corporación Umbrella, STARS, HCF).
23 El que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias. 24 Soberbio y
presuntuoso
escarnecedor es el nombre Del que obra con orgullosa saña.
Adams no es mi amigo, ni mi protector, como Steerforth, pero siento por él veneración y respeto; sobre todo me interesa pensar lo que hará cuando salga del colegio, y pienso si habrá en el mundo alguien bastante
presuntuoso
que se atreva a competir con él.
Todos estaban amedrentados y temblando, y nadie se atrevía a aceptar el reto, pero mi ardido corazón me impulsó a pelear con aquel
presuntuoso
—era yo el más joven de todos— y combatí con él y Atenea me dio gloria, pues logré matar a aquel hombre gigantesco y fortísimo, que tendido en el suelo ocupaba un gran espacio.
no acetará el obispado, atento que no es nada
presuntuoso
de dignidades, y en esto diréis lo que sabéis de su integridad y de lo que todos le amamos acá, por sus letras, predicación e buena vida.
Ser humano no es construirse en
presuntuoso
sexual, machista o hembrista que piensa que con ello la hace de triunfador o triunfadora; tampoco es erigirse agresivo en detractor de los débiles y humillarlos con dinero; ser humano es edificarse como un ser íntegro, leal, impasible ante la hipocresía, baluarte de la verdad.
Hubo otro tiempo en Argos un palurdo Que de poeta, sin serlo, presumía (También hay vanos bajo paño burdo). Este loco ignorante marchó un día
Presuntuoso
y contento al coliseo, A tiempo que en el teatro nadie había.
Vásquez de Novoa, en cambio, de carácter
presuntuoso
, osado, busca ocasión de sobresalir siempre, sin fijarse en otra cosa que en obedecer distinciones y alcanzar provecho.
En la hermosa novela de Marilynne Robinson, Jack, el protagonista que da nombre al libro, plantea un llamativo dilema durante una conversación con un pastor llamado Hutchins. Como hijo de pastor, Jack tiene un profundo conocimiento de la fe cristiana, pero se debate entre la relación de la gracia y el castigo; así como la relación entre el bien y el mal. Al discutir estas cuestiones con el pastor Hutchins, Jack dice: «Nunca he entendido la diferencia entre la fe y la presunción. Nunca». [i]
Hutchins responde que tiene una reunión en tres minutos, así que tendrá que responder a la pregunta la semana que viene si Jack vuelve a la iglesia. Jack promete pensarlo. Vuelve a la iglesia y tiene varias conversaciones con el pastor a lo largo de la novela, pero nunca abordan el dilema de la fe y la presunción. Es una cuestión que cada uno de nosotros debería reflexionar: ¿Tengo una fe auténtica, o estoy siendo erróneamente presuntuoso de que mi fe es auténtica? En definitiva, ¿cómo respondemos a la pregunta de Jack? ¿Cuál es la diferencia entre la fe y la presunción?
Presunción y autoengaño
Vivir con presunción es dar algo por sentado, suponer una realidad que no existe. Sorprendentemente, debido a que el hombre presuntuoso vive en un mundo de fantasía creado por él mismo, a menudo vive con audacia y una confianza inquebrantable. Sabe lo que sabe y nadie puede convencerle de lo contrario. En términos bíblicos, llamaríamos a esto autoengaño.
Jesús se dirige a aquellos cuyas vidas están marcadas por la presunción y el autoengaño al final del sermón del monte. En uno de los textos más aleccionadores de toda la Biblia, advierte: «Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’» (Mt. 7:22–23).
Hay una razón por la que John MacArthur comenzó su ministerio de predicación en Grace Community Church leyendo este texto. Los autoengañados, por definición, no son conscientes de su condición. En el versículo 22, los autoengañados discuten con Dios explicando que se les debería conceder acceso al reino debido a sus obras. Jesús advierte que el tribunal será un lugar en el que se expondrá la presunción, en el que se arrancarán las vendas del autoengaño para que la luz penetrante de la verdad pueda iluminar el verdadero carácter de la vida y las obras de cada uno.
Más allá de estas palabras en Mateo 7, la Biblia está llena de advertencias contra el autoengaño, que es quizás el resultado más prominente de la presunción. En Hebreos 3:12–13 se nos dice que «tened cuidado» para evitar un corazón malo e incrédulo. Según el versículo 13, el corazón se corrompe a causa del engaño del pecado. El pecado distorsiona la realidad y nuestros corazones corruptos se acostumbran a la perspectiva errónea.
Aunque puede comenzar con algo pequeño, con el tiempo la acumulación de pecados añade capa tras capa de autoengaño y construye una fortaleza de presunción.
El dilema
No es de extrañar que a Jack le cueste entender la diferencia entre fe y presunción. Hay mucha coincidencia semántica entre estas dos palabras. Tanto la fe como la presunción implican una creencia. Ambas se «sienten» de una manera específica porque hay un elemento de confianza en alguien o en algo. Tanto la fe como la presunción adoptan una visión particular de la realidad y viven a partir de esa percepción. Son primos conceptuales con algunos rasgos familiares.
Sin embargo, es crucial que conozcamos la diferencia entre ambas.
La fe mira hacia fuera, hacia Dios, y confía en Él. La presunción, en cambio, mira hacia dentro para hallar la confianza y seguridad en sí misma.
Por supuesto, hay niveles de presunción. Uno puede ser presuntuoso sobre su estado espiritual ante el Señor. Habrá quienes, en el último día, se presenten ante el Señor, convencidos de que son suyos, solo para que su presunción quede expuesta cuando oigan esas horribles palabras: «Jamás os conocí; apartaos de mí». Más allá de esa presunción que podría llamarse «básica», la realidad es que muchos—todos—de nosotros operamos presuntuosamente en alguna área de la vida. Puede ser acerca de algo tan significativo como una posición doctrinal o tan práctico como la forma en que elegimos educar a nuestros hijos.
Vivimos en una época en la que nuestras presunciones pueden ser fácilmente reforzadas por los adictos a las redes sociales. Es fácil encontrar «mi tribu» y sentirme seguro de mi posición porque otras personas que operan en ese espacio virtual también están seguras de tener razón. Siempre hay uno o dos «expertos» que se suman a la causa para hacerme sentir mejor sobre lo que ya pienso. La presunción y el autoengaño rigen en nuestros días y cada vez es más difícil evitarlos.
¿Fe o presunción?
Dado que la fe y la presunción tienen cualidades tan similares y que el autoengaño es notoriamente difícil de reconocer, ¿cómo podemos saber si estamos viviendo con fe genuina en lugar de con presunción? Podemos encontrar una guía fiable en el mismo texto de Mateo 7, justo antes de la terrible advertencia de los versículos 21–23. La advertencia de Jesús de que muchos se presentarán en el juicio habiendo vivido una vida de presunción es el «par» de en medio de una serie de ilustraciones que Jesús usa en la conclusión de su sermón. En los versículos 13–14, describe un par de caminos que están ante sus oyentes: uno ancho y otro estrecho. Un camino lleva a la vida y el otro a la destrucción. Luego, en el «par» del medio, en los versículos 15–23, advierte a los que escuchan que tengan cuidado con los falsos profetas que parecen ovejas, pero «por dentro son lobos rapaces». ¿Cómo podemos distinguir a los otros, y lo que es más importante para nuestro dilema, cómo podemos saber si somos lobos rapaces?
Es una cuestión de fruto (v. 16), ya sea bueno o malo. ¿Qué tipo de fruto se encontrará en nuestras vidas si vivimos por fe en Dios, y no desde la presunción egocéntrica?
El buen fruto se observa mediante la comprensión y aplicación de las enseñanzas de todo el sermón del monte. Pero, más concretamente, Jesús se refiere al fruto de las virtudes expuestas en las bienaventuranzas de Mateo 5:3–12. A la cabeza de esa lista está la virtud de la humildad: pobreza de espíritu.
Nada disipa más eficazmente la niebla del autoengaño y la presunción que la virtud de la humildad.
La fe y la humildad van de la mano. La fe se dirige a Dios y confía en Él. La fe se olvida de sí misma y fija humildemente su mirada en Cristo. El hombre humilde no necesita construir una plataforma o seguidores. No le importa porque no supone de su propia sabiduría e importancia. La humildad inyecta desconfianza en las propias percepciones u opiniones, por lo que es el antídoto para la presunción y el autoengaño.
Me habría encantado que Marilynne Robinson incluyera en su novela un extenso debate sobre la fe y la presunción. Sin embargo, al plantear el predicamento y no resolverlo, es probable que haya hecho a los lectores un mayor servicio de lo que podemos imaginar. La siniestra y aterradora realidad del autoengaño, alimentado por la presunción, es un peligro presente para todos nosotros en estos días tan polarizados. Tal vez nos haya ayudado a dar el primer paso hacia la humildad y la fe llamando nuestra atención a este dilema y la posibilidad de que estemos viviendo una vida de presunción.
[i] Robinson, Marilynne. Jack. New York, Farrar, Straus And Giroux, 2020. p, 167.
Imagen: Illustration by Dorothy Leung