Si tienen ojos que no me vean

Así comenzaba sus días el personaje ficticio Rosario Tijeras antes de salir a asesinar gente en la Medellín sicarial que ella protagonizaba. Las plegarias iban dirigidas al Santo Juez, una figura de devoción que alaban tanto buenos como malos. Esta oración y otros rituales, como besar a sus víctimas antes de matarlas o poner a hervir en agua bendita las balas con las que hacía sus trabajos, la ayudaban, según ella, a salir ilesa de sus encomiendas criminales.

Si ojos tienen que no me vean. Si manos tienen, que no me agarren. Si pies tienen, que no me alcancen. No permitas que me sorprendan por la espalda. No permitas que mi muerte sea violenta. No permitas que mi sangre se derrame. Tú que todo lo conoces, sabes mis pecados pero también sabes de mi fe, No me desampares. Amén.

El simbolismo, la religión y la superstición siempre han estado muy presentes no solo en el sicariato colombiano, sino en general en el hampa Latinoamericano. Desde México los narcos le rinden culto, por ejemplo, no solo a santos que el mismo crimen ha adoptado y glorificado luego del sincretismo español, como el Santo Niño Huachicolero, ahora el santo de los que roban combustible, sino a personajes que existieron dentro de su historia y fueron primordiales para los cárteles: San Heriberto Lazcano, uno de los líderes de los Zetas, o el Chayo, quien fundó a la familia Michoacana.

Al final de la novela, Rosario muere desangrada en un hospital con los brazos en posición de cruz, cual Cristo redentor, a las 3:30 de la tarde.

Y a pesar de que ella misma decía que se encomendaba a buenos y malos, su relación con la relación católica a lo largo de toda la novela (llamada igual: Rosario Tijeras) es innegable. Siempre tuvo en su billetera estampitas de María Auxiliadora y del Divino Niño, no le faltaban los escapularios, que eran tres: el de las muñecas, para la puntería; el de los tobillos para lograr huir de sus enemigos; y el del pecho, para burlar a la muerte. Esos dos últimos fueron los que le hizo falta a Ferney, el mejor amigo del hermano de Rosario, cuando lo asesinaron. Al Divino Niño también se encomendaron, por igual y en la vida real, Pablo Escobar y el general Luis Alfredo Maza, el director del DAS en ese momento. Ambos atribuyen haberse salvado de los enfrentamientos mutuos a este santo tan colombiano.

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Lo mismo sucede en Argentina, donde los pibes chorros, los jóvenes delincuentes de las villas ,le rinden tributo a los suyos, como Frente Vital, un personaje mítico de las villas que delinquió desde los 13 años y murió por el presunto gatillo fácil de un policía. También existen figuras más folclóricas en este país a quienes se encomiendan los malandros argentinos, como Gauchito Gil, o Mate Cosido, una especie de Robin Hood argentino.

Aunque en el continente, nuestro hampa también coquetea con imágenes más oscuras, como la Santa Muerte, a quien le rinden culto desde sicarios colombianos hasta narcos mexicanos, pasando por pandillas como la pandilla centroamericana Mara Salvatrucha – 13 (MS-13), quienes le rinden culto obligatorio a esta controversial figura religiosa como intermediaria entre ellos y Satanás.

No podría saberse con exactitud cuándo empieza esta relación entre crimen latinoamericano y fe. Quizá la relación existió desde siempre, como el resultado de un instinto de protección, una necesidad de sentirse acompañado, por vivos o muertos, y de perder el miedo cuando se está obrando mal, arriesgando de paso la vida propia.

Algo que sí se puede afirmar con seguridad es que tanto la religión como el crimen, son frecuencias comunes a través de las cuales resuena el continente. Y aunque muchos de estos santos y figuras no son exclusivos de los criminales de nuestro continente, y le cumplen otros milagritos al resto de habitantes de Latinoamérica, sí son figuras de devoción para la ilegalidad. Es por esto que quisimos plasmar la relación que muchos criminales tienen con sus figuras de culto en esta galería, donde se evidencia nuestra cultura criminal en su mejor expresión, si es que podemos decir eso: catolicismo, superstición, tradición, historia, brujería y sangre, todo en uno.

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«Si tienen ojos que no me vean»: la súplica de una de las víctimas del triple crimen de Monte Grande Fue asesinado junto a su hermano y un amigo. Creen que fue un ajuste narco.

«Padre protégeme de mis enemigos. Si tienen ojos, que no me vean. Si tienen brazos, que no me agarren. Si tienen pies, que no me alcancen». El mensaje fue escrito hace poco más de un año en el perfil de Facebook de Osmar Adalberto Benítez Palacios (18), ejecutado a balazos en un triple crimen con sello narco

Palacios fue asesinado junto a su hermano, Pedro, de 16 años, y un amigo de los dos, Miguel Angel Díaz, de la misma edad. Los cuerpos fueron hallados este jueves en un descampado del barrio La Victoria, en la localidad bonaerense de Monte Grande. 

Pedro Abraham Palacios (16) y su hermano Osmar Adalberto Benítez Palacios (18) asesinados en un descampado de Monte Grande. (Facebook)Pedro Abraham Palacios (16) y su hermano Osmar Adalberto Benítez Palacios (18) asesinados en un descampado de Monte Grande. (Facebook)

Los asesinos actuaron con saña. «Además de los balazos, las víctimas tenían heridas de arma blanca y cortes provocados con vidrios«, explicaron fuentes del caso. Debajo del cuerpo de uno de los jóvenes encontraron una pistola semiautomática, pero sin el cargador. Además hallaron una vaina calibre 9 milímetros.

Por las características del ataque los investigadores creen que se trató de un ajuste narco. Fuentes del caso señalaron que los hermanos se dedicaban a la venta de droga en el mismo lugar donde los asesinaron. Vecinos de la zona confirmaron a Clarín que las víctimas solían «parar» en ese descampado desde hace al menos dos años.

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Miguel Angel Díaz tenía 16 años. Fue asesinado en un descampado de Monte Grande. (Facebook)Miguel Angel Díaz tenía 16 años. Fue asesinado en un descampado de Monte Grande. (Facebook)

Luego de varias denuncias, se designó a Gendarmería para custodiar la zona. «Eso fue hace un año. Los sacaron de ahí pero al tiempo volvieron. Después los gendarmes se fueron y todo volvió a ser tierra de nadie«, explicaron en el barrio La Victoria.

Fue justamente el año pasado cuando Osmar escribió su premonitorio mensaje en Facebook. En un rezo repleto de errores de ortografía, suplicó: «Padre protégeme de mis enemigos. Si tienen ojos, que no me vean. Si tienen brazos, que no me agarren. Si tienen pies, que no me alcancen. No permitas que me sorprendan. No permitas que mi muerte sea violenta«.

Pedro Abraham Palacios (16) y su hermano Osmar Adalberto Benítez Palacios (18) asesinados en un descampado de Monte Grande. (Facebook)Pedro Abraham Palacios (16) y su hermano Osmar Adalberto Benítez Palacios (18) asesinados en un descampado de Monte Grande. (Facebook)

Los investigadores aún no tienen precisiones sobre el conflicto que habría desencadenado la masacre. En el barrio los rumores son variados. Los vecinos creen que los jóvenes «se quedaron con un vuelto» y fueron asesinados por los verdaderos dueños del negocio.

Por eso, aseguran, el descampado, ubicado a metros de la entrada principal del barrio, no tardará en volver a convertirse en un puesto de venta de drogas. «La preocupación es que otros tomen ese lugar. Por eso pedimos que refuercen la vigilancia», reclaman.

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