Sibilino significado

SIBILINO

La palabra sibilino viene del latín sibyllinus. Este adjetivo designa al lenguaje o toda expresión deliberadamente ambigua, que se enuncia oscuramente, de modo que puede significar una u otra cosa. Sibyllinus es un derivado de Sibylla (préstamo del griego σιβυλλα, que quiere decir «profetisa»), el nombre genérico de las sacerdotisas oraculares, cuyas respuestas, dadas en trance eran siempre oscuras y objeto de diversas interpretaciones, de modo que difícilmente se equivocaban. Es famosa la respuesta que el oráculo de Delfos dio a Creso, rey de Lidia, cuando consultó si le convenía atacar al rey de los persas, aproximadamente esta: «Si lo haces destruirás un gran reino y poder, y acabarás con un poderoso rey». Creso se animó muchísimo y emprendió la guerra: acabó con su propio reino destruido y pereciendo, así que de un modo u otro el oráculo se cumplió.

Aparte de la Pitia de Delfos eran famosas la Sibila de Cumas, la de Eritrea, etc.

Según la tradición romana, una anciana sibila vendió al rey Tarquinio, aún en época monárquica, unos libros sibilinos, conjunto de oráculos, máximas y profecías que se conservaban en el Capitolio, y que eran consultados para encontrar ayuda en circunstancias difíciles.

Virgilio, en el canto VI de la Eneida, describe con todo lujo de detalles el trance de la Sibila de Cumas ante la consulta de Eneas, y la respuesta que le da, Sibila que le guiará por el mundo del Hades, el inframundo de los muertos, para poder comunicarse con su padre y hallar el rumbo que le lleve a su destino.

La etimología del vocablo griego σιβυλλα no está determinada con seguridad, pero algunos han visto en él un compuesto a partir del elemento *sibh- o *swei-, raíz indoeuropea que significa «silbar, soplar o sisear» y un segundo elemento. Esta raíz está presente en casi todas las lenguas indoeuropeas, y en el griego en el verbo σιζω (silbar). La epigrafía ática también constata la forma gráfica σιββιλλα, con iota en amboos casos. En latín hay formas propias de esta raíz i.e. como sibilus (silbo, silbido) o sibilare (silbar), con múltiples variantes dialectales y de otras lenguas itálicas como sifilus o sifilare. Esta raíz, onomatopéyica del sonido de la serpiente, tiene una clara vinculación con las creencias populares griegas. La serpiente es animal oracular desde muy antiguo. Vinculada a los saberes ocultos de la madre tierra y siempre en contacto con ella en su movimiento y desplazamiento, pasa a estar ligada a Apolo y sus poderes oraculares, también a Hermes y sus funciones, y por último a Asclepio, el dios de la medicina (la medicina es también en sus origenes en Grecia una práctica oracular vinculada a la incubatio en los templos). Se creía que los poderes proféticos se trasmitían muchas veces porque una serpiente había lamido los oídos de una persona y había insuflado en ellos su soplo (ver, por ejemplo, el caso de Casandra, la princesa troyana, a quien Apolo dio así el poder profético, así como a su hermano Heleno, si bien luego la castigó a nunca ser creída, por negarse a las pretensiones amorosas del dios. Pero hay muchos ejemplos más).

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En Roma, aparte de la recepción de la tradición de las sibilas, hay también una tradición oracular autóctona, antiquísima, vinculada a las aguas de las fuentes (que recibían tablillas, tabas o pequeños bronces con consultas), y a los sonidos de los bosques y sus vientos (esta práctica se asocia luego a la sibila de Cumas también, que vaticinaba muchas veces según los remolinos de hojas secas formados por el viento).

La tradición cristiana neoplatónica (sobre todo del prerrenacimiento y Renacimiento), quiere ver en las sibilas un precedente del mensaje de Dios, que se manifestaría «avant la lettre» entre los «paganos», y así las coloca al mismo nivel que los profetas bíblicos del Antiguo Testamento. Por eso, artistas y poetas de la época se esfuerzan en representarlas, y en vincularlas a la tradición cristiana como pueden, y acaban representándolas incluso en las iglesias. Son famosísimas las cuatro Sibilas pintadas por Miguel Ángel entre los profetas bíblicos, en la Capilla Sixtina del Vaticano. También son famosas las Sibilas de Rafael Sanzio en la iglesia romana de Santa María de la Pace.

– Gracias: Helena

Según el DRAE la palabra sibila viene del latin sibylla, y este del griego σίβυλλα

Encontramos el nombre propio femenino Σίβυλλα (Sibilla) en la obra »La paz» del autor griego Aristófanes (450-385 a.C.):

»ΙΕΡΟΚΛΗΣ.- Οὐ μετέχω τούτων˙ οὐ γάρ ταῦτ’ εἶπε Σίβυλλα».

»HIÉROCLES.- Eso nada tiene que ver conmigo; la Sibila nunca habló así».

Giovanni Boccaccio (1313-1375), escritor italiano, en su libro »De las mujeras illustres» y otras fuentes1 2 dicen que la voz σίβυλλα está compuesta con σιός (= dios) y βόλλα tipo eólico de la palabra βουλή (=deseo,voluntad ) o sea sibila es la persona que lleva el deseo, el plan, el mensaje , de dios .

Los libros sibilinos estaban escritos en griego.

Javier Navarro del Universidad de Navarra en su obra: »El impacto del helenismo en la aristocracia romana: cinco ejemplos para una época (196-146 a.C)» dice:

»La aristocracia romana del siglo segundo era esencialmente helenística pues Roma aceptó sin reparos dicha cultura; … No existe mejor ejemplo para entender cómo se produjo este primer proceso helenizador que atender a dos fenómenos culturales de la república arcaica: el papel de los libros sibilinos y la génesis de la leyenda troyana».

Fuentes:

  1. ´´Πῶς ἡ Ἑλληνική γονιμοποίησε τόν Παγκόσμιο Λόγο ´´ Ἂννα Τζιροπούλου Εὐσταθίου Ἀθήνα 2006 ΓΕΩΡΓΙΑΔΗΣ (Cómo la lengua griega fertilizó las lenguas en todo el mundo´´ de Anna Tziropoulou Efstathiou Atenas 2006 GEORGIADIS.
  2. ´Vocabolario etimologico della lingua italiana´´ di Ottorino Pianigiani.

– Gracias: PAGOT

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Última actualización: Jueves, Febrero 2 04:30 PST 2023

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A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan de dónde surgió decir que algo enigmático o misterioso es ‘sibilino’.

¿De dónde surge llamar ‘sibilino’ algo enigmático o misterioso?

El término ‘sibilino’ (y también en su forma femenina ‘sibilina’) es utilizado desde hace varios siglos para hacer referencia a aquello que tiene cierto misterio o enigma, apareciendo recogido por primera vez en la edición de 1739 del Diccionario de Autoridades en el que se le daba la acepción de ‘Lo que pertenece o es propio de las sibilas’.

El término ‘sibila’ hacía referencia, según la mitología griega y romana (y que también se recogió en algunos escritos del catolicismo), diez personajes femeninos de diversos jugares y épocas de la antigüedad que representaban a mujeres sabias y con dotes de adivinación o profetisas, siendo conocidas éstas con los siguientes apelativos: Pérsica, Líbica, Délfica, Cinmeria, Eritrea, Samia, Cumana, Helespontia, Frigia y Tiburnina.

A las sibilas se le atribuyó poderes adivinatorios y oscurantistas e incluso existen escritos en los que éstas anunciaban la llegada del Mesías.

A partir de la edición de 1884 del diccionario de la RAE y hasta nuestros días, la definición de ‘sibila’ aparece como ‘Mujer sabia a quien los antiguos atribuyeron espíritu profético’.

Como dato curioso, cabe destacar que hasta 1817 el diccionario también incorporaba una segunda acepción en la entrada correspondiente a ‘sibila’ siendo ‘La mujer que es alta, robusta y de buen aspecto’.

Fue a partir de la edición de 1925 cuando en el diccionario apareció la misma acepción que se le da actualmente al término ‘sibilino’: ‘Misterioso, oscuro con apariencia de importante’.

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

La sibila eritrea con uno de sus libros, retratada por Miguel Ángel (Capilla Sixtina)

Los libros sibilinos eran unos libros mitológicos y proféticos de la antigua Roma.

Historia

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La sibila de Cumas se presentó en cierta ocasión ante el rey romano Lucio Tarquinio el Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquinio se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve.

Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter en la ciudad de Roma y eran consultados en situaciones muy especiales. Son los llamados Libros sibilinos. Estaban escritos en griego, en hojas de palmera, que posteriormente pasaron a papiro.

Los romanos del siglo II a. C., en tiempos de la República, apreciaban mucho estos libros y los guardaban en un colegio formado por diez sacerdotes menores llamados decem viri sacris faciundis. En situaciones de crisis los consultaban para ver si había una profecía que pudiera aplicarse a la situación del momento.

En el año 83 a. C. el fuego destruyó los libros sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección, para lo que el Senado envió a Troya, Samos, Eritras y otras partes a recoger los libros sibilinos que pudieran encontrarse y Augusto mandó encerrarlos en dos arcas. Estos libros tampoco han llegado hasta nuestros días porque en el año 405 el general romano Estilicón ordenó su destrucción porque los libros profetizaban que él pretendía tomar el poder.

Parece que Cicerón pudo leer los libros sibilinos pues dice que estaban trabajados y escritos con arte y diligencia y que eran acrósticos. San Agustín en su Ciudad de Dios, libro XVIII, cap. 23 habla de un acróstico de la sibila eritrea cuyas letras iniciales formaban este sentido: Ιησούς Χριστός, Υιός του Θεού, Σωτήρας, Jesucristo hijo de Dios, salvador.[1]​

Véase también

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Bibliografía

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Referencias

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  1. Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)

Enlaces externos

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  • The Sibylline Oracles (Los oráculos sibilinos).
    • Traducción inglesa en verso blanco, obra de Milton S. Terry, publ. en 1899.
      • Texto, con ilustraciones de 1896 de Jean Delville, en el sitio del Internet Sacred Texts Archive.

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