
Sinónimo de proteger
23 sinónimos de proteger en 5 sentidos de la palabra proteger:
Amparar o cuidar de algo o alguien:
1 amparar, defender, resguardar, cuidar, salvaguardar, guardar.Ejemplo: Al testigo, lo protegía el Estado.Antónimo: desproteger
Favorecer a una persona o causa:
2 favorecer, respaldar, ayudar, apoyar, apadrinar.Ejemplo: No agradecía que su padre lo protegiera en su trabajo.Antónimo: desfavorecer
Preservar algo de un agente dañino:
3 preservar, conservar, cuidar, guardar.Ejemplo: Debemos proteger esto del sol.
Custodiar a alguien o algo:
4 custodiar, escudar, escoltar, acompañar.Ejemplo: Tenía como misión proteger al presidente.
Cubrirse de algo:
5 cubrirse, esconderse, taparse, cuidarse.Ejemplo: Se protegía la cabeza con un sombrero.Antónimo: descubrirse
Contenido revisado en febrero de 2018. Lingüista responsable: Fabián Coelho
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El Día Mundial del Medio Ambiente es también la Hora de la Naturaleza. Los alimentos que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y el clima que nos rodea hacen posible que vivamos. Dependiendo de la calidad de esos elementos, así será nuestra salud. En la situación actual con la pandemia de coronavirus, es aún más importante proteger ambas.
Por una mejor salud ambiental
El medio ambiente y la salud están relacionados de manera estrecha. El Día Mundial del Medio Ambiente, que se conmemora cada 5 de junio desde 1974, recuerda la importancia de conservar y cuidar nuestra naturaleza y la riqueza de su biodiversidad y de sus ecosistemas. Porque proteger el planeta es sinónimo de proteger nuestra salud. Y hoy, más que nunca, es vital cuidar las dos para superar la covid-19 y tener un mundo más sostenible.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada cuatro enfermedades en el mundo puede estar relacionada con factores ambientales, siendo diferentes en cada región del mundo, y que alrededor del 20% de las muertes en el continente europeo se deben a problemas derivados de la degradación del medio ambiente.
La salud ambiental se relaciona con todos los elementos físicos, químicos y biológicos externos a una persona que inciden en su salud. Es decir, todos aquellos que sirven de indicadores para la prevención y la creación de ambientes propicios para una adecuada salud humana.
Factores medioambientales que influyen en la salud
La relación entre el medio ambiente y la salud humana se encuentra condicionada por diferentes factores. Conocer cada uno de ellos ayuda a tomar medidas para cuidar y proteger a la naturaleza y a nosotros mismos.
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Factores físicos
Los factores físicos pueden ser atmosféricos o sidéricos. Por ejemplo, son aquellos que se relacionan con la calidad del aire y el cambio climático. La contaminación atmosférica o los cambios bruscos de temperatura pueden provocar en el ser humano problemas respiratorios, una mayor propensión a desarrollar alergias, complicaciones musculares y óseas, así como influir en los estados anímicos y psicológicos.
Algunos factores como las precipitaciones, la humedad, la presión atmosférica o el viento son manifestaciones naturales que pueden influir en nuestra salud, tanto física como mental, pero dependen de cada región para que sus efectos sean más o menos acusados. El ser humano ha desarrollado diversas capacidades para convivir y adaptarse a esas manifestaciones; sin embargo, el problema reside cuando, debido a la alteración del medio ambiente, estos fenómenos se hacen más extremos y, con ellos, también sus efectos en la salud humana.
La contaminación ambiental, en especial la que altera el aire que respiramos, supone un impacto negativo sobre nuestra salud. Los altos niveles de sustancias tóxicas en las ciudades es una de las causas del cambio climático y provoca enfermedades en los seres humanos.
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Factores químicos
La producción y el uso de sustancias químicas ha aumentado y, con ello, también lo ha hecho su incidencia en el medio ambiente. Podemos encontrar sustancias químicas en el aire, el agua, el suelo y en los alimentos que consumimos. Por tanto, son elementos que podemos absorber a través del sistema respiratorio. Pero también pueden llegar a nuestro organismo por el aparato digestivo o por la piel.
Dentro de la relación entre medio ambiente y salud, la contaminación del agua es una de las problemáticas más relevantes: no solo el ser humano, sino todo ser vivo, necesita este elemento para la supervivencia. Su alteración debido a los agentes contaminantes llega al ser humano y altera su salud. Por tanto, cuidar del agua es cuidar nuestro bienestar.
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Factores biológicos
Entre los factores biológicos se encuentran animales, plantas y microorganismos, es decir, las bacterias, los virus, los parásitos, los hongos, levaduras y sus micotoxinas, los vegetales y los alérgenos.
El carácter natural de estos factores implica que el ser humano estará expuesto a ellos de una manera u otra debido a la convivencia. Sin embargo, la alteración del medio ambiente provocará que la extensión de los virus, por ejemplo, sea más agresiva y que aumenten las enfermedades zoonóticas.
«Acabar con la fauna silvestre y sus hábitats provoca, por un lado, que los animales en ocasiones se acomoden a vivir en lugares humanizados, pudiendo transmitir nuevas enfermedades; y por otro lado, que los virus que llevan millones de años en el medio natural busquen otros huéspedes, entre los que nuestra especie, por su abundancia, es hoy más que nunca susceptible de convertirse en hospedador», explica Mónica Fernández-Aceytuno, colaboradora de Fundación Aquae y Premio Nacional de Medio Ambiente.
La hora de la naturaleza
El cambio en el uso del suelo, la sobreexplotación de los recursos naturales, la deforestación, la alteración de la calidad del agua potable, la generación de gases de efecto invernadero y el consiguiente cambio climático, la contaminación y la propagación de especies invasoras son actividades humanas con efectos graves para la naturaleza, para el planeta y para la salud de las personas.
Quedan diez años para que alcancemos los objetivos de la Agenda 2030 y la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es, por tanto, la hora de la naturaleza, porque revertir todo lo anterior y tomar medidas para cuidar los ecosistemas y la biodiversidad es la única opción para conseguir un planeta sostenible. El medio ambiente y la salud humana dependen de ello.
“Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”. La idea de que las dietas nutritivas y seguras favorecen la buena salud existe al menos desde la antigüedad, como atestigua esta cita, a menudo erróneamente atribuida a Hipócrates (i). En los titulares de las noticias aparece habitualmente qué debe comerse y qué no, mientras que los consumidores tratan de equilibrar consejos científicos y tendencias de marketing con sus propias tradiciones culinarias, su bolsillo y las alternativas de alimentos locales.
Ahora que hay tantas personas enfermas por el coronavirus (COVID-19), los riesgos que corren se incrementan por las dietas poco saludables que agravan afecciones preexistentes. Y en gran parte del mundo, una enfermedad es además sinónimo de pérdida de ingresos. De ahí que la pandemia haya incrementado los desafíos que enfrentan los consumidores, los productores y los encargados de la formulación de políticas en todo el mundo. ¿Qué se necesita para que la alimentación sea más sana? Las respuestas a esta pregunta son más urgentes y pertinentes que nunca.
Ahora que hay tantas personas enfermas por el coronavirus (COVID-19), los riesgos que corren se incrementan por las dietas poco saludables que agravan afecciones preexistentes.
No hay certezas sobre lo que constituye una alimentación saludable ni sobre cuáles son las intervenciones políticas apropiadas. Sin embargo, un creciente número de pruebas y análisis revelan acciones que pueden salvar vidas y, en el mejor de los casos, mejorar el bienestar de miles de millones de personas.
La calidad de las dietas es fundamental para la salud
La dieta es un factor fundamental para el estado de salud de las personas en todo el mundo. La alimentación no es una preocupación secundaria: según el informe Global Burden of Disease 2017 (Estudio de la carga mundial de morbilidad 2017), los riesgos metabólicos fueron los responsables de la mayoría de los cinco principales riesgos de discapacidad y muerte (i). Más de 2000 millones de personas tienen sobrepeso o son obesas (PDF) y más del 70 % de ellas se encuentran en países de ingreso bajo y mediano (i). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 600 millones de personas se enfermaron y 420 000 murieron prematuramente debido a alimentos contaminados en 2010, socavando la salud y la seguridad nutricional. Y nuevas evidencias obtenidas sugieren que los pacientes con afecciones preexistentes relacionadas con la dieta, como la obesidad grave (i), las enfermedades cardíacas y la diabetes, están sufriendo consecuencias más serias derivadas de la COVID-19, entre ellas una intensificación de la enfermedad y una mayor necesidad de cuidados intensivos, incluido el uso de respiradores mecánicos.
La malnutrición también debilita de forma importante el sistema inmunológico de las personas, aumentando las posibilidades de que se enfermen, queden postradas y mueran a causa de la enfermedad. Las carencias de hierro, yodo, ácido fólico, vitamina A y zinc son las más comunes, con más de 2000 millones de personas afectadas en todo el mundo. Esta “hambre oculta” no solo aumenta el riesgo de morbilidad y mortalidad, sino que también contribuye a un crecimiento deficiente, discapacidad intelectual y complicaciones perinatales. Además, reduce el capital humano y las perspectivas de desarrollo de los países.
Se espera que aumente la inseguridad alimentaria y nutricional
La desigualdad mundial en materia de alimentación y nutrición va a empeorar. El Programa Mundial de Alimentos ha advertido de la posibilidad de que este año se duplique la inseguridad alimentaria aguda (i) en los países de ingreso bajo y mediano debido a las pérdidas de ingresos y de remesas. La experiencia de 2008 también apunta a una inminente crisis alimentaria. En estudios realizados en Bangladesh, Camboya y Mauritania se evaluaron los efectos de la crisis mundial de los precios de los alimentos de 2008 (PDF, en inglés) y se observó que había aumentado la malnutrición aguda en un 50 % entre los niños pobres. En otros estudios se encontraron pruebas de un incremento significativo del retraso del crecimiento entre los niños de las zonas urbanas y rurales.
La pandemia de COVID-19 pone en peligro la dieta de las personas debido a la interrupción de los servicios de salud y nutrición, las pérdidas de los ingresos y empleos, las perturbaciones en las cadenas de suministro de alimentos locales, y como resultado directo de las infecciones entre las personas pobres y vulnerables. Al mismo tiempo, existen evidencias de que la venta de aperitivos y alimentos no perecibles está creciendo rápidamente, a expensas de los alimentos frescos, como las verduras y las frutas, y los alimentos ricos en proteínas, como las legumbres, el pescado y la carne. Según informes, los productores de comida chatarra ven la crisis como una oportunidad para ampliar su cuota de mercado.
La COVID-19 pone en peligro la dieta de las personas debido a la interrupción de los servicios de salud y nutrición, las pérdidas de los ingresos y empleos, las perturbaciones en las cadenas de suministro de alimentos locales, y como resultado directo de las infecciones entre las personas pobres y vulnerables.
¿Cómo podemos mejorar el acceso a alimentos sanos cuando las personas más los necesitan? ¿Y qué podemos hacer para limitar el daño causado por las dietas poco saludables? Proponemos tres áreas de acciones inmediatas y a mediano plazo.
1. Garantizar alimentos a precios asequibles para las comunidades pobres
La primera área de acción es la adopción de políticas que aseguren la disponibilidad de alimentos a precios asequibles para los más vulnerables. Recordando enseñanzas de experiencias pasadas, instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Banco Mundial y el Programa Mundial de Alimentos (i) se han unido a los ministros de Agricultura de los países del Grupo de los Veinte (G-20), la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), la Unión Africana y América Latina y el Caribe y están pidiendo a los países exportadores que eviten las interrupciones en el comercio y mantengan el flujo de alimentos e insumos agrícolas a través de las fronteras.
La atención en el comercio internacional debe complementarse con medidas para mantener la producción, la elaboración y la comercialización de alimentos nacionales en condiciones funcionales y seguras, a pesar del distanciamiento social y las restricciones de movimiento. Y los programas de protección social son esenciales para proporcionar recursos a las familias que han perdido la capacidad de comprar alimentos.
2. Asegurar una mejor nutrición
La segunda área no es menos importante: los países deben ir más allá de los alimentos básicos de alto contenido calórico y asegurar una mejor nutrición para aumentar la resiliencia de las personas y reducir los riesgos de enfermedades preexistentes relacionadas con la dieta y de intoxicaciones alimentarias. En lo que respecta a la agricultura, esta medida puede adoptar muchas formas, desde el fomento de los huertos caseros, la plantación de cultivos biofortificados y la diversificación de alimentos producidos para el consumo interno hasta la mejora de las cadenas de frío para los alimentos nutritivos perecibles y de los mercados de alimentos frescos y las inversiones en seguridad alimentaria (i).
La intensificación de la asesoría nutricional, el fomento de la lactancia materna y la lucha contra la desinformación sobre la transmisión de la COVID-19 contribuirán a preservar el papel de los alimentos nutritivos como aliados contra las enfermedades.
En el ámbito de la salud, la intensificación de la asesoría nutricional (proporcionada, por ejemplo, por medio de los teléfonos celulares que estén asociados a transferencias monetarias, o a través de trabajadores comunitarios), el fomento de la lactancia materna y la lucha contra la desinformación sobre la transmisión de la COVID-19 contribuirán, especialmente en tiempos difíciles, a preservar el papel de los alimentos nutritivos como aliados contra las enfermedades. En el diseño de las intervenciones es mucho lo que se puede aprender de las conclusiones de la Iniciativa para la Seguridad Alimentaria y Nutricional en Asia Meridional (SAFANSI) (i). Otro recurso clave es la herramienta Optima Nutrition (i), desarrollada en asociación con la Fundación Bill y Melinda Gates para ayudar a mejorar la eficiencia del gasto en nutrición y llegar mejor a los grupos vulnerables como las mujeres y los niños.
3. Reorientar el gasto público para mejorar la salud y la nutrición
La tercera área sobre la que es posible actuar desde ya es la reorientación del gasto público para que se corresponda con los objetivos de salud y nutrición. El cultivo y el consumo de alimentos pueden ser en gran medida actividades de la esfera privada, pero están condicionadas de innumerables maneras por las políticas públicas y por incentivos que, según un estudio realizado por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) en 53 países, alcanzan los USD 500 000 millones al año (i). Es difícil obtener datos, pero se cree que la mayoría de los planes de apoyo a los precios están dirigidos a un reducido número de cultivos que constituyen los ingredientes básicos de alimentos envasados ricos en carbohidratos y pobres en nutrientes.
Por otra parte, las frutas y verduras siguen siendo sumamente caras en muchos países. El apoyo público a los cereales y el azúcar, combinado con la comercialización privada y el envasado inteligente, está fomentando la transición a dietas poco saludables en los países de ingreso bajo y mediano. Por ejemplo, en Nepal, ciertos datos (i) muestran que los aperitivos y las bebidas no saludables constituyen casi el 25 % de la ingesta calórica de los niños de 1 a 2 años de edad.
La seguridad alimentaria es fundamental: se calcula que, cada año, las intoxicaciones alimentarias en los países de ingreso bajo y mediano representan USD 110 000 millones en pérdidas de productividad y gastos médicos. También es urgente abordar la obesidad. Un nuevo estudio del Banco Mundial sobre las consecuencias sanitarias y económicas de la epidemia de obesidad (i) alienta a los Gobiernos a aumentar los impuestos sobre los alimentos poco saludables y a regular su comercialización y publicidad. A partir de las enseñanzas de ejemplos exitosos como los de Chile y México, en el estudio también se insta a los Gobiernos a subvencionar alimentos más sanos y a exigir un etiquetado adecuado en los alimentos procesados. Más de 47 países ya están aplicando estos enfoques.
Una acción más inteligente en materia de gasto público, especialmente con la puesta en marcha de medidas impositivas sobre artículos como las bebidas azucaradas, ayudaría a generar recursos en momentos de restricciones presupuestarias y de aumento de los programas públicos de protección social. De esta manera se crearía más espacio fiscal para intervenciones sanitarias y nutricionales que pueden ayudar a combatir las enfermedades infecciosas como la COVID-19 y, al mismo tiempo, generar resiliencia para las generaciones futuras.
ENLACES RELACIONADOS
El Grupo Banco Mundial y la COVID-19