Yo soy la resurrección y la vida

Hablar de la muerte siempre es un tema que a la mayoría nos asusta, un suceso que seguramente hemos experimentado al perder a un ser querido, por enfermedad o de manera repentina por diferentes causas. El día de hoy Jesús nos habla sobre el tema, a través del suceso de la muerte de su amigo Lázaro.

En este evangelio hay dos mujeres que se mencionan, Marta y María, hermanas de Lázaro, quienes recibían consuelo de sus cercanos por la pérdida de su hermano. Algo que puede ser familiar en nuestra cultura, consolar, acompañar a los dolientes.

Marta, una mujer de fe que no duda ni un segundo al salir al encuentro de Jesús cuando Él llegaba a casa de ellas, dice el evangelio que apenas lo escuchó, ella salió a recibirlo, y lo primero que le dice es que su hermano Lázaro había muerto, y después de esto ella afirma “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Cuánta confianza podemos descubrir en su afirmación, una confianza que se tiene al conocer verdaderamente al otro, reconociendo el poder de Jesús, así mismo Marta concluye diciendo; “Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Marta sabía que si Jesús quería podía regresar a la vida a su hermano y no vacila en pedirlo desde el corazón. Y lo que se pide con el corazón y recta intención Dios no duda en concederlo.

Vemos también a un Jesús conmovido por la muerte de su amigo y por el dolor de las hermanas de Lázaro, un Jesús cercano, atento, un Jesús que responde ante las necesidades de sus amigos.

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¿Cuánta confianza tienes en que Jesús puede responder a tus súplicas? Hoy te invito a ser como Marta, salir al encuentro de Jesús, buscarlo y compartirle tus necesidades, sabiendo que tenemos en Él un gran amigo que no defrauda, que acompaña y abraza en la necesidad, un amigo que no te deja solo en la adversidad y que te responde en la aflicción.

Jesucristo nos dice claramente, “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.

Versos Paralelos

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá,

Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá,

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Le dice Jesús: YO SOY la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Le dice Jesús: YO SOY la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth in me, though he were dead, yet shall he live:

Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth on me, though he die, yet shall he live:

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá,Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá,Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Le dice Jesús: YO SOY la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Le dice Jesús: YO SOY la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth in me, though he were dead, yet shall he live:Jesus said unto her, I am the resurrection, and the life: he that believeth on me, though he die, yet shall he live:

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 17-27

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Primera lectura

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y el «Dios con ellos» será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».

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Salmo

Sal 24, 6. 7b. 17-18. 20-21

R/. A ti, Señor, levanto mi alma

Recuerda, Señor, que tu ternura

y tu misericordia son eternas;

acuérdate de mí con misericordia,

por tu bondad, Señor. R/.

Ensancha mi corazón oprimido

y sácame de mis tribulaciones.

Mira mis trabajos y mis penas

y perdona todos mis pecados. R/.

Guarda mi vida y líbrame,

no quede yo defraudado de haber acudido a ti.

La inocencia y la rectitud me protegerán,

porque espero en ti. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 20-21

Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

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